“Pronto aprendí que el verdadero nombre de la señora con la que hablaba era Joan Sue Green, y que había sido neuropsicóloga en Nueva York hasta casi los 30 años, cuando quedó desfigurada y perdió a su novio en un accidente de coche provocado por un conductor borracho”.
“Joan se había pasado un año en el hospital debido a una lesión cerebral derivada del accidente que afectó tanto a su discurso como a su capacidad de andar. Muda, recluida en su silla de ruedas, y con intensos dolores en la espalda y en las piernas, había perdido la ilusión de vivir.
Entonces su mentor, un antiguo profesor de John Hopkins, le regaló un ordenador, un módem y la suscripción de un año a CompuServe para que comenzara a hacer amistades en línea…
En los años siguientes, tuvo tanta presencia en la Red que sirvió, tanto de apoyo a otras mujeres minusválidas, como de destructora de estereotipos. A través de las intensas amistades que cosechó y a algunos de los romances online que vivió, cambió la vida de docenas de mujeres.
Así que me llevé un profundo schock a principios de este año cuando, por una compleja serie de acontecimientos, se descubrió que Joan no era inválida. Ni siquiera era una mujer. Se trataba realmente de un hombre, un importante psiquiatra de Nueva York, que llamaremos Alex, que al cumplir los 50 se embarcó en un extraño experimento que consistía en hacerse pasar por mujer y experimentar las sensaciones íntimas de la amistad femenina”.
Se trata de un artículo de ficción de hace un par de décadas, ‘The strange case of the electronic lover’ (El extraño caso del amante electrónico’ – PDF), publicado por Lindsy Van Gelder y recogido en el libro ‘Computerization and controversy‘. Con él, el autor pretendía reflexionar en torno a cómo un simple cambio de sexo virtual en los inicios de la fiebre del chat podía impactar sobre toda una comunidad virtual. ¿Ha cambiado algo desde entonces?
Vía: Mind Hacks
Actualización (21 may-11.07 h): Estoy tratando de confirmar que el artículo no sea ficción y se refiera a un hecho real, tal y como señala Vaughan en los comentarios.
11 comentarios
Sin embargo Manuel, es un artículo de ficción. Un psiquiátra como tal tiene la preparación para amortiguar las implicaciones subjetivas, los investimentos de identidad, y los desplazamientos de sentido referidos tanto a su profesión como a su persona, pero también a los de las personas que èl trata, de sus pacientes, y todo con respecto a asuntos o problemas de índole propiamente psiquátrica. Es decir que, en tanto que era psiquiátra, el haberse hecho pasar por mujer en la red, y hacerle creer a varios que lo era, y haber hecho sentir enamoramientos y demás, todo según una mirada que sobrevuela objetivamente la situación, como por fuera, como en show, no le resultó algo que le afectara sino que le permitía hacer un margen para no implicarse subjetivamente y enriquecer su investigación. Sin embargo necesitaríamos ser todos psiquiátras y adoptar ese distanciamiento analítico, esa indiferenciación subjetiva, para mantener esa ficción sin ser afectados subjetivamente o investidos por la subjetividad que implica hacerse pasar por otra persona, o adoptar una identidad cosmética ante una colectividad o grupo. Según mi experiencia pero también según algunos enfoques referidos a la interaccion simbólica y discursiva, hoy en día la red es un complemento que implica una retroalimentación que puede ser positiva o negativa en la construcción de un self interactivo. Todo depende de la franqueza con la cual uno poroyecte lo que cree ser en relación con lo que se le reconoce.
muchos saludos
[…] El amante virtual […]
Me parece que el articulo no es ficción. Por lo menos, presenta como realidad, el libro en lo que publicó es un libro académico y Turkle también refiere a una ponencia académica por uno de los otros personas en la situación en su libro Life on the Screen.
Vaughan, sí, es posible que haya entendido mal el término ‘anecdotal’ en el original, traduciéndolo por ficción. ¿Realmente tienes datos de que el caso es real?
Un saludo.
Debo aclarar por mi parte que entendí el asunto como real y de ahí mi comentario. Cuando refiero a que “sin embargo es un artículo de ficción”, me refiero a que el articulo se presenta como ficcional por parte del psiquiátra, pretendiendo hacer ver que es dificil para alguien que no lo sea mantener la engañifa sin secuelas a su identidad. De ahí el escrúpulo de hacerlo pasar como ficcional, para no promover que ese uso sea practicado por usuarios comunes y corrientes. En el fondo ello parece implicar que ese tipo de practicas o engañifas, que ese juego con la identidad y los afectos de los demás involucrados, sólo puede hacerlo algún especialista, es decir, sin pagar consecuencias a su subjetividad. El discurso psiquiátrico siempre toma una media verdad que se niega y una media mentira que se afirma: en este caso, la media verdad que se niega o se oculta remite a que el asunto es un caso real, y la media mentira que se afirma, en función del escrúpulo que he mencionado, remite a que eso “real” vale más presentarlo a los no especialistas como una ficción en su forma. Aprovecho para mandarle un saludo a Vaughan cuyo trabajo bloggero admiro muchísimo.
saludos
[…] 21 de Mayo 2008 7:20am […]
Sí, Naxos, dudé en tu primer comentario. Ahora ya me queda más claro 🙂
Un saludo.
Bueno, yo mismo intento tenerlo claro también, dado que en el fondo, hoy en día se puede ver, que esa práctica no puede dejar nada bueno a uno, al menos eso me parece 😛
[…] 21 de Mayo 2008 7:33am […]
Había leído este artículo antes y me pareció enriquecedor compartirlo.
perdón, puse mal el link. éste es el correcto.