El pasado miércoles me hacía eco de la inversión de la empresa Información Interactiva en Fresqui, con el entusiasmo que creo que el asunto merecía por constituir una de las primeras apuestas del capital español en herramientas 2.0 de la blogosfera hispana. Nada de la opinión vertida en aquel post ha cambiado, tanto en cuanto es un artículo basado en informaciones de terceros y sobre las cuales sólo puedo ejerecer credibilidad hasta que se demuestre lo contrario.
Sin embargo, desde entonces se han vertido graves acusaciones contra los responsables de Fresqui y sobre la compañía inversora. Acusaciones que, de ser ciertas, desvelarían una trama de desprestigio contra Ricardo Galli y Menéame en aras, es de suponer, de hacerse con su cuota de ‘mercado’.
Al igual que en el caso de la inversión en Fresqui, mi papel en estas denuncias es de simple espectador por las mismas razones que he señalado anteriormente. Respeto mucho a Ricardo Galli y dudo, aunque todos somos humanos en la salud y en la enfermedad, que sea capaz de inventarse todos los argumentos y datos que vierte en su post, especialmente en lo que se refiere a revelación de IP concretas y conexiones entre nicks de Menéame y Barrapunto que han actuado como trolls en busca del desprestigio de Menéame. Otra cosa es que pueda estar equivocado o haber sacado conclusiones erróneas. No lo sé.
Lo que sí me ha parecido justo es que si he hablado del éxito de Fresqui, dé cuenta aquí también de la polémica que se ha suscitado.
Creo que lo que convendría realmente es una conversación distendida entre Ricardo y Álex. Pero como me da que eso no es posible, se impone pues una aclaración en beneficio, principalmente, de los usuarios, entre los cuales me encuentro.
No es con polémicas de este tipo como creo que finalmente la blogosfera vaya a prosperar y mucho menos a captar la atención de usuarios o posibles inversores (entre aquellos que lo busquen). Particularmente creo que hay espacio para todos y esa neurosis que cada vez asoma más en la blogocosa de envidias, ataques sin sentidos, campañas de descrédito y demás pamplinas no son propias de aquellos que tienen la oportunidad de protagonizar una de las etapas más hermosas de la historia de la comunicación.
El éxito de unos no tiene por qué suponer el hundimiento de otros. Eso es cosa del pasado. Creo que aquí cabemos todos y, reitero, lo único que hace falta es trabajar. Y colaborar, aunque igual con esto último ya pido demasiado.