
Rick Falkvinge, del Partido Pirata sueco, al confirmarse la noticia.
El dato más relevante de estas elecciones al Parlamento Europeo 2009 que acaban de concluir es, en mi opinión, la irrupción como fuerza política con voz y voto en la UE del PiratPartiet o Partido Pirata sueco. Cierto es que hay muchos otros aspectos de consideración y análisis que merecen la pena, algunos de los cuales tocaré más adelante, pero el hecho de que, por vez primera, una formación ‘nativa’ de la Red y especialmente comprometida con sus aspectos más progresistas alcance representación parlamentaria es un hito histórico que hay que destacar, y más en el medio en el que nos movemos, como realmente se merece.
La importancia política del debate en torno a Internet, que muchos cuestionan por considerarla un aspecto accesorio para la ciudadanía, ha quedado plenamente de manifiesto en esta cita electoral. No sólo por el esperado éxito del brazo diplomático de The Pirate Bay, cuyos responsables están condenados por un juez especialmente sensible hacia los intereses del lobby de la cultura, sino también, en España, por el notable incremento de los contenidos sobre nuevas tecnologías en los programas y en las manifestaciones de buena parte de los partidos, incluidos los de mayor respaldo en las urnas.
Sólo la ausencia de una opción política ‘nativa digital’ en España (Partido Pirata y Partido de Internet no llegaron a presentarse) nos impide calibrar con precisión hasta dónde podría convertirse o no en alternativa y con cuánto respaldo electoral contaría. Es posible que no tanto como en el reino del poderoso portar de torrents, pero tengo la impresión, y ahí ya entro en la elucubración pura y dura, de que sí suficiente para hacer temblar los cimientos de un sistema de partidos que continúan empeñados, en general, en usar Internet como mero lema electoralista, bien manteniendo posturas recalcitrantes, bien sin posicionarse claramente y sin prestar la atención que precisa la mayor revolución que estamos experimentando en este principio de siglo.
No soy para nada partidario de este tipo de formaciones ‘monotemáticas’ pero, frente al ‘ninguneo’ y la torpeza de los partidos tradicionales con respecto a Internet, así como la pertinaz connivencia con intereses particulares, desde luego que sí me parecen opotunos e incluso necesarios, sólo sea por romper el círculo vicioso en el que está inmerso el espectro político tradicional.
La victoria del Partido Pirata sueco es una seria advertencia a políticos y gobernantes: la ciudadanía reivindica un cambio profundo en los modelos de derechos de autor y del mercado cultural ya, y no está dispuesta a que se la siga acosando y persiguiendo cual criminal por el simple ejercicio de un derecho fundamental como es el del libre acceso a la cultura. Ésa es la voz del interés general frente al empecinamiento de los líderes internacionales, desde Obama a Sarkozy, por someterse a los dictados del interés particular.
Y es, reitero, también una llamada a la urgente toma en consideración por parte de los partidos políticos tradicionales a ponerse las pilas en el debate sobre Internet.
En lo que al análisis político general se refiere, escasas sorpresas. La derecha campa a sus anchas por toda Europa, tal como se había vaticinado, en un marco de grave crisis económica que ella misma y sus agentes económicos han provocado. La izquierda ni ha sabido enfocarla ni ha sabido transmitir alternativas a una ciudadanía que vuelve a mostrar su completo desinterés por toda esa Europa que sólo parece responder y servir al bienestar de unos cuantos. Ni tan siquiera ha sido capaz de frenar el ascenso de la extrema derecha, un fenómeno que se repite una y otra vez en tiempos de recesión.
En España asistimos a una victoria del Partido Popular, tan clara como insuficiente para configurarse como alternativa incontestable; a un descalabro del PSOE, igual de claro pero igual de leve como para no intentar la recuperación; y la entrada de UPyD en la nómina de partidos con representación en Europa. IU pierde algo pero se mantiene, y CEU y EPD/Los Verdes ganan algo, pero se quedan igual.
Aunque la participación creció algo en España, apenas 6 décimas, en el conjunto de la UE ha tenido una clara tendencia a la baja, lo que creo que habla bien a las claras de cuál es el mayor reto al que se enfrentan sus señorías a partir de hoy mismo: el de convencer a los ciudadanos de Europa de que realmente Europa vale la pena. Pero déjemne que sea escéptico, no euroescéptico. Politicoescéptico, nada más, si se me permite la palabra.
Por no hablar de la vergonzosa actitud de los medios de comunicación españoles, a excepción de la Cope, eludiendo realizar los tradicionales sondeos a pie de urna. Si ellos mismos demuestran tan poco interés, ¿cómo pueden luego quejarse del ‘pasotismo’ de la ciudadanía? Dicen que es que no hay dinero ni personal en las redacciones. Y es una gran verdad. Una verdad que, lejos de consolar, no hace más que confirmar un absoluto fracaso.