Algunos bloggers han comenzado a elaborar botones alternativos a los que ha puesto en circulación el Ministerio de Cultura para promocionar su campaña contra la ‘piratería’, unos botones que mantienen el lema ‘Defiende tu cultura’, pero que realzan los auténticos valores de una cultura libre y democrática, en contraposición a la puramente mercantilista, insultante y reaccionaria que promueven políticos, industria y sociedades de gestión.
Así que siguiendo los pasos de Moonshadow (‘Comparte tus archivos, defiende tu cultura’) y Pululante (‘Defiende tu cultura contra la mercadería’), he creado este botoncito en el que destaco tres aspectos que a menudo suelen quedar ‘olvidados’ en el discurso fundamentalista:
- Creación: la creatividad es uno de los principales factores que caracterizan al ser humano y lo diferencian del resto de animales. Creatividad es sinónimo de inteligencia y todos estamos dotados de ellas. Todo hombre es un creador. Toda mujer es una creadora. Defender la cultura es defender el derecho a la creación.
- Difusión: la creatividad es comunicación en estado puro. El ser humano crea para comunicarse con los demás a través de todo su potencial imaginativo y lo hace a través de múltiples vías: sonoras, visuales, lingüísticas, gustativas… Defender la cultura es defender el derecho a la promoción y difusión de cualquier creación artística. No sólo las de aquellos escogidos por la industria.
- Compartir: la creatividad y las obras que de ellas se derivan son patrimonio de la humanidad. Todos nos beneficiamos de obras ajenas, históricas o contemporáneas, para desde ellas avanzar en nuestro anhelo de creación y recreación de nuestro universo. La memoria del arte, la sabiduría amasada en la historia de la cultura, es un bien colectivo al que todos nuestros predecesores han contribuido y del que todos nuestros sucesores se beneficiarán. Defender la cultura es defender el derecho al acceso a la cultura, respetando el reconocimiento al trabajo de los creadores, pero sin que esto suponga en ningún caso mermar ese otro derecho más básico, fundamental y universal; y sin soslayar el hecho de que ningún creador, por muy genial que sea o lo pareza, se beneficia siempre del legado de siglos de historia y de los avances y descubrimientos de su época, así como del esfuerzo y el talento de miles de millones de personas que han ido contribuyendo con granitos de arena, con dunas o con playas enteras a esa gran isla del tesoro colectivo que es el acervo cultural.