Es la ley del progreso y el desarrollo: unos sectores mueren y otros florecen, unos ceden ante el empuje de las nuevas tecnologías y otros se valen de ellas para prosperar. Acaba de cerrar Tecnimagen, la última compañía española que se dedicaba aún a fabricar televisores de tubo. La historia de Tecnimagen no ha sido fácil, nacida para superar una grave crisis generada por el cierre de la fábrica que Philips gestionó en Sant Boi de Llobregat (Barcelona) hasta 1994, ha mantenido puestos de trabajo e ilusión durante 13 años, hasta que finalmente se ha visto obligada a claudicar.
La tecnología marca las tendencias del mercado y la sociedad. Exactamente lo mismo que ocurre en el ámbito de la cultura, donde sectores como el cine, el teatro o la música se enfrentan al reto de la reconversión sin que, por ahora, la mayoría de sus actores haya demostrado habilidad o visión para encarar esta crisis de forma inteligente, avocando sus negocios al atraso y a la ruina. Igual que le ha ocurrido a Tecnimagen, con la diferencia de que, al menos ésta, reconoce que su fracaso viene derivado de su falta de adaptación y no culpa de su desgracia ni a los usuarios ni a la ‘piratería’.