Conocí en persona a José Antonio Labordeta a principios de los ochenta. Él daba un concierto en la Escuela de Magisterio de Las Palmas y yo, que me iniciaba en esto de la música, quería cambiar impresiones con él. Me impresionó su mirada clara, su gesto afable y su verbo consciente. Luego, seguí su andadura en las muchas facetas que desarrolló, con esa imagen que quedó impregnada en mi mente de aquel primer y único encuentro cara a cara. Hoy ha fallecido y uno siente que se ha ido, más que el cantautor, el poeta, el documentalista de TV, el activista o el político, un buen hombre, en el mejor sentido de la palabra. Descanse en paz.