Vale que miles de científicos en el mundo puedan estar equivocados (no sería la primera vez), que cientos de miles de ecologistas se hayan instalado en el Apocalipsis o que millones de personas se estén dejando llevar por el pesimismo. Pero, hombre, confiar las previsiones sobre el futuro del planeta a un primo, por muy catedrático de Física que sea, resulta cuanto menos irrisorio. En este caso igual a Rajoy le hubiese bastado con un ‘alomojó’, por eso de guardarse las espaldas.