Imagina que cada vez que hablas con un amigo, ese amigo no solo te escucha, sino que guarda todo lo que dices en una carpeta gigante, con tu nombre, tu voz, tus dudas más íntimas, tus ideas más locas. Y encima, usa ese archivo para entrenar a otros amigos artificiales que también te escucharán en el futuro. Suena inquietante, ¿verdad? Pues eso es exactamente lo que ocurre cuando interactuamos con ChatGPT.
La inteligencia artificial de OpenAI no olvida. Nada de lo que escribas en una conversación habitual queda fuera del radar. Desde los miedos que confiesas de madrugada hasta los planes de negocio que creías únicos, todo se almacena. ChatGPT recuerda todo lo que le dices, y ese recuerdo sirve para entrenar al modelo. No es un diario personal. Es una base de datos en constante crecimiento.
OpenAI accede a tres tipos de información clave. Primero, los datos de tu cuenta tu correo, tu nombre, tu plan de suscripción, incluso cómo pagas. Segundo, tu historial de conversaciones cada pregunta, cada error tipográfico, cada intento de broma. Todo está allí, en esa barra lateral que parece solo un resumen. Y tercero, tu comportamiento desde tu dirección IP hasta el tipo de dispositivo que usas. Es un retrato digital completo, construido sin que la mayoría lo note.
Lo más impactante no es que lo recojan, sino que lo usen. Los chats no son solo respuestas efímeras. Son combustible para la inteligencia artificial. Cada diálogo ayuda a que el sistema entienda mejor el lenguaje humano, las emociones, los patrones. Y en algunos casos, esos chats incluso pueden ser revisados por empleados humanos para mejorar el modelo. Sí, alguien podría leer lo que escribiste pensando que era privado.
Hay una opción que pocos conocen los chats temporales. Son como conversaciones en una habitación con paredes de vidrio opaco. No quedan registradas. No alimentan al algoritmo. No dejan rastro en tu historial. Para activarlos, basta con abrir la app, ir a la esquina superior derecha y empezar a escribir. Así de simple. Así de raro que no sea la opción por defecto.
¿Y si quiero borrarlo todo?
La única forma de eliminar de verdad todos tus datos es desaparecer. Borrar la cuenta permanentemente. No basta con desactivar la opción de mejorar el modelo para todo el mundo. Esa casilla marcada no protege tu privacidad solo decide si tus datos se usan directamente en el entrenamiento. El historial sigue ahí, almacenado.
Para borrar la cuenta, hay que navegar hasta los controles de datos, buscar la opción de eliminación y confirmar. Un proceso que no es instantáneo ni automático, como si la propia plataforma pusiera pequeños obstáculos en el camino de quienes quieren salir limpio.
"La única forma de evitar que ChatGPT recopile información personal es utilizar los chats temporales desde el inicio"
Esa frase no es una sugerencia técnica. Es una advertencia ética. Porque una vez que compartes algo con ChatGPT en modo normal, ya no es tuyo. Está en manos de una empresa que, aunque promete beneficios para todos, también construye su poder precisamente con lo que nosotros le damos.
¿Dónde está el límite entre utilidad y vigilancia? Hace décadas, los primeros ordenadores personales despertaban desconfianza. Ahora, damos nuestros secretos a máquinas que no entendemos, solo porque responden rápido y con buen tono. La comodidad se ha convertido en moneda de cambio, y la privacidad en un lujo olvidado.
Usar ChatGPT no es malo. Pero usarlo sin saber cómo funciona su memoria sí lo es. Como cualquier herramienta poderosa, exige consciencia. No se trata de dejar de usarla, sino de decidir cuándo hablar en confianza… y cuándo mantener la distancia.