En un mundo donde las noticias sobre inteligencia artificial suelen girar entre el entusiasmo desmedido y el miedo apocalíptico, escuchar a una voz tan autorizada como la de Daron Acemoglu puede ser como tomar aire después de un largo tiempo bajo el agua. El Premio Nobel de Economía 2024 no vino a Vigo a anunciar el fin del trabajo ni a celebrar una revolución inminente. Vino a matizar. A bajar el volumen. A recordar que la tecnología, por muy avanzada que parezca, no se impone sola. Ni tan rápido. Ni tan radicalmente.
Acemoglu habló en el Vigo Global Summit 2025 con la calma de quien ha estudiado décadas de transformaciones tecnológicas. Y con la urgencia de quien ve que estamos tomando decisiones cruciales en un contexto de confusión. Su mensaje central es claro la inteligencia artificial puede ser una solución para los problemas de productividad y el invierno demográfico. Pero solo si se diseña para potenciar al trabajador, no para reemplazarlo.
¿Qué significa esto? Que no se trata de que las máquinas hagan todo y los humanos se queden mirando. Se trata de que un médico use IA para analizar historias clínicas más rápido, pero siga siendo él quien interpreta, decide y cuida. Que un ingeniero aproveche modelos de lenguaje para simular escenarios, pero siga siendo su juicio el que guíe el proyecto. Es una visión distinta, más humilde, más humana.
"Ni la IA acabará con todos los puestos de trabajo, ni su impacto será inmediato" - Daron Acemoglu
Estas palabras deberían colgarse en todas las juntas directivas que hoy planean recortes masivos con la excusa de la automatización. Porque el economista del MIT no habla desde la intuición, sino desde la historia. Y la historia enseña que toda tecnología que requiere cambios de organización en el trabajo se extienden lentamente. La electricidad, por ejemplo, tardó décadas en transformar las fábricas. No bastaba con tener luz. Hacía falta rediseñar las líneas de producción, formar a los operarios, cambiar la mentalidad de los gerentes.
Lo mismo está ocurriendo con la IA. Hoy vemos titulares sobre ChatGPT, Grok o Deepseek como si fueran el futuro ya presente. Pero Acemoglu invita a mirar con más detalle. Y cuando lo haces, dice, resulta muy claro que con nuestra tecnología actual y aquella que estará disponible en los próximos cinco o diez años, por lo menos, no hay posibilidad de que la IA pueda realizar todas las tareas que implica una ocupación.
Piensa en un profesor. Puede usar IA para corregir exámenes, organizar planes de clase, incluso simular debates. Pero ¿puede una máquina detectar cuando un alumno está triste, distraído, necesitado de una palabra de aliento? ¿Puede improvisar una explicación nueva cuando ve que nadie entiende? No. Porque hay algo que sigue siendo exclusivo de los humanos crear algo nuevo de la nada, que es lo que pueden hacer los seres humanos.
"Cuando observas los detalles, resulta muy claro que con nuestra tecnología actual y aquella que estará disponible en los próximos cinco o diez años, por lo menos, no hay posibilidad de que la IA pueda realizar todas las tareas que implica una ocupación" - Daron Acemoglu
Entonces, si la IA no va a sustituirnos masivamente, ¿dónde está el problema? Acemoglu lo nombra con precisión hay dos obstáculos. Uno económico. El otro, más profundo, ideológico.
El primero es conocido la concentración. Un puñado de gigantes tecnológicos Meta, Microsoft, OpenAI controlan el desarrollo de la IA. Eso limita la diversidad de enfoques, reduce la competitividad y orienta la innovación hacia donde hay más ganancia, no donde hay más necesidad. La IA se convierte en un bien de lujo para unos pocos, no en una herramienta al servicio de todos.
El segundo es más sutil. Es la ideología del reemplazo. La creencia de que el progreso consiste en automatizar todo lo posible, deshacernos de lo humano y optimizar a cualquier costo. Acemoglu la desmonta una IA pro-trabajador es posible, increíblemente prometedora en su implicación social, pero no es el camino que se está tomando.
"Una IA pro-trabajador es posible, increíblemente prometedora en su implicación social, pero no es el camino que se está tomando" - Daron Acemoglu
Imagina una empresa que forma a sus empleados en IA, rediseña los puestos para que trabajen junto a las máquinas, mejora sus salarios y condiciones. Esa empresa ganaría en productividad, sí, pero también en estabilidad, lealtad, creatividad. Sería más resiliente. Pero no es lo que vemos. Lo que vemos es despidos, presión, desconfianza. Porque el modelo dominante no busca complementar. Busca sustituir. Y ahí, dice Acemoglu, perdemos una oportunidad histórica.
El crecimiento de la productividad será lento, advierte. Incluso si automatizamos muchas tareas. Pero hay un atajo hacer a la fuerza de trabajo más productiva. No quitándole trabajo, sino dándole mejores herramientas, más autonomía, más capacidad de decisión.
"El crecimiento de la productividad será lento y no tan revolucionario incluso si se consigue automatizar un montón de cosas. Por otra parte, una forma segura de obtener un gran impulso a la productividad es hacer a la fuerza de trabajo más productiva" - Daron Acemoglu
La innovación verdadera no es solo técnica. Es organizativa. Es social. Es cultural. Y si queremos una IA que nos ayude a salir del invierno demográfico, a revitalizar economías estancadas, a mejorar vidas, entonces debemos exigir que se construya con otro diseño. Uno que combine tecnología, habilidades humanas y una gestión empresarial más justa.
Porque al final, no se trata de elegir entre humanos y máquinas. Se trata de elegir qué tipo de futuro queremos. Y esa decisión, aunque la tomen en Silicon Valley o en Davos, nos incumbe a todos.