Un garabato en un contrato de más de 120.000 euros ha sido suficiente para que un tribunal obligue a reevaluar toda una propuesta de contratación. Este hecho, aparentemente anecdótico, ilustra un fenómeno creciente en el ámbito jurídico la dificultad de distinguir entre una firma auténtica y una simulada, especialmente cuando se suman a la ecuación la digitalización de documentos y el avance imparable de la inteligencia artificial. Lo que antes podía resolverse con una simple comparación visual ahora exige análisis forenses complejos, peritos especializados y una profunda revisión de los mecanismos de autenticidad.
En un contexto donde la firma manuscrita sigue siendo un elemento clave en contratos, préstamos y testamentos, su validez se ha vuelto más frágil que nunca. Miriam Company, abogada asociada de Molins Defensa Penal, advierte que la facilidad con la que la IA ha alterado nuestra percepción de la realidad tiene su reflejo en el ámbito delictivo. Relató un caso en el que recibos falsos, generados con inteligencia artificial, lograron imitar documentos reales con un nivel de detalle tan alto que incluso engañaron a auditores con años de experiencia. Estos comprobantes simulados no solo tenían logotipos y formatos idénticos a los oficiales, sino también numeraciones coherentes, sellos visuales y firmas que parecían auténticas.
"La facilidad con la que la IA ha alterado nuestra percepción de la realidad tiene su reflejo en el ámbito delictivo" -
Miriam Company
Òscar Jiménez, perito informático del despacho Òscar Jiménez Digital Forensics, explica que hoy muchas firmas no se estampan sobre papel sino que se digitalizan o incrustan en archivos electrónicos. Esto convierte al análisis informático en una herramienta esencial. El estudio incumbe a la informática forense, asegura Jiménez, y recuerda un litigio en el que el examen detallado del archivo permitió determinar con exactitud la fecha y hora en que cada firma fue añadida. En ese caso, se descubrió que una supuesta firma manuscrita no había sido generada en el momento del documento, sino que era una imagen copiada y pegada desde otro archivo. Este tipo de manipulación digital, cada vez más sofisticada, pone en jaque la confianza en los soportes documentales.
"El examen forense del fichero permitió determinar con exactitud la fecha y hora en que se añadió cada firma" -
Òscar Jiménez
Mateo Juan Gómez, socio director de Buades Legal, alerta sobre el futuro inmediato. La inteligencia artificial no solo falsifica documentos, sino que puede alterar grabaciones de audio, modificar fotografías o incluso generarlas desde cero. Plantea una pregunta clave ¿qué es una firma sino una imagen, supuestamente plasmada de forma manuscrita? Y exige el desarrollo de nuevos mecanismos capaces de detectar falsificaciones, incluso cuando estas alcanzan un realismo casi indistinguible. Su reflexión apunta a una paradoja tecnológica si la IA puede crear una falsificación perfecta, también debe poder identificarla. Si la IA es capaz de generar la falsificación, ha de ser capaz también de identificarla, concluye.
"¿Qué es una firma sino una imagen, supuestamente plasmada de forma manuscrita?" -
Mateo Juan Gómez
En los tribunales, las pruebas caligráficas siguen siendo fundamentales. Se utilizan en litigios por créditos comerciales, en juicios cambiarios, en desahucios donde se discute la validez de un contrato de arrendamiento, y en sucesiones con testamentos ológrafos. En todos estos casos, la firma puede marcar la diferencia entre ganar o perder un pleito. Cuando se cuestiona su autenticidad, entra en escena el perito calígrafo, un profesional que analiza los rasgos gráficos de la escritura para determinar si son propios de una persona o han sido imitados.
Fernando F. Ruiz, presidente de la Asociación Nacional de Expertos en Grafística y Documentoscopia, explica que el valor de un análisis pericial depende del número y la sutileza de los rasgos detectados. Cuantos más detalles únicos identifique el experto, más difícil será que un falsificador los haya replicado sin dejar rastro. Sin embargo, el sistema no está exento de tensiones. Los peritos pueden ser designados por el juez o contratados por una de las partes. En el primer caso, deben estar inscritos en listados oficiales, seleccionados mediante sorteo. Ruiz denuncia que, cuando trabajan como peritos de parte, su informe suele recibir menos credibilidad que el del perito oficial, lo cual considera injusto.
"El perito no puede elaborar un informe para satisfacer una demanda"
Fernando F. Ruiz
Miriam Company subraya otro punto crítico la objetividad. Es frecuente que en un mismo juicio coexistan dos dictámenes periciales contradictorios, uno aportado por cada parte. En esos casos, el juez debe usar su sana crítica para decidir. La ciencia forense no ofrece certezas absolutas, sino conclusiones basadas en criterios técnicos y probabilísticos. Este margen de incertidumbre puede aprovecharse, como ocurrió en un caso relatado por Mateo Juan, en el que un cliente negaba haber firmado un reconocimiento de deuda. Tras el análisis caligráfico, se confirmó que tanto la firma como las anotaciones manuscritas eran auténticas. El cliente, sorprendido, terminó confesando que había firmado con un garabato a propósito, con la intención de negar después su autoría.
"Las declaraciones manuscritas del documento y la firma habían sido realmente emitidas por mi cliente, en contra de lo que él perjuraba" -
Mateo Juan Gómez
La firma en la era de la IA
La firma manuscrita, durante siglos símbolo de compromiso y autenticidad, se encuentra en una encrucijada. Ya no basta con reconocer una letra o un trazo. Hoy se requiere un escrutinio técnico que combina ciencia forense, análisis informático y ética profesional. Mientras la tecnología avanza, el sistema judicial debe adaptarse para no quedarse atrás. La confianza en los documentos no puede depender del garabato de una persona ni de la apariencia superficial de un archivo digital. Requiere garantías, trazabilidad y transparencia.
Los casos que surgen no son aislados. Son señales de un cambio profundo en cómo entendemos la prueba, la autenticidad y la verdad en los tribunales. La inteligencia artificial no solo pone en riesgo la integridad de los documentos, sino que también obliga a repensar las herramientas que usamos para protegerla. Y en este nuevo escenario, la pericia humana sigue siendo insustituible, aunque cada vez más aliada a la máquina.