150.000 personas ya usaron esta tecnología que convierte ondas cerebrales en música

Muchas personas, como Dolce misma, viven en un estado constante de alerta, donde los modos de lucha, huida o congelación dominan su fisiología.

11 de septiembre de 2025 a las 13:20h
el cerebro puede autorregularse cuando recibe su p 2025 09 11 10 23 02
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En una pequeña sala de Encinitas, al norte de San Diego, Madolyn Dolce se coloca un casco lleno de sensores que escanean su actividad cerebral. No hay agujas, no hay medicamentos, solo sonidos. Esos sensores captan señales eléctricas de su cerebro y las transforman en tonos musicales que escucha a través de unos auriculares. Es como si su mente pudiera escucharse a sí misma, una retroalimentación sonora que busca devolverla a un estado de equilibrio. Dolce no es una paciente, es la entrenadora técnica principal de Cereset Encinitas, y lo que está probando es una tecnología que desde el año 2000 ha prometido, con vocación científica y un toque casi poético, ayudar a más de 150,000 personas a reequilibrar su funcionamiento cerebral.

Cereset fue fundada en Arizona por Lee Gerdes, y su tecnología, llamada BrainEcho, se basa en un principio simple pero profundo. A través de sensores no invasivos, registra las frecuencias dominantes del cerebro y las traduce en sonidos. El cerebro escucha su propia actividad en forma de música y, según la teoría subyacente, aprende a autorregularse. No se trata de controlar la mente desde fuera, sino de ofrecerle un espejo. Estás escuchando tu cerebro de vuelta hacia ti, dice Dolce, y ese acto aparentemente sencillo podría desencadenar un proceso de autorregulación profunda.

El objetivo es claro. Muchas personas, como Dolce misma, viven en un estado constante de alerta, donde los modos de lucha, huida o congelación dominan su fisiología. La actividad de sus lóbulos temporales está sobreactivada, lo que puede alterar la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la respiración. Durante cinco sesiones semanales, el programa busca devolver el cerebro a un estado más armónico, reduciendo la dependencia de esos estados de estrés crónico.

El cerebro tiene la capacidad de autorregularse cuando se le da la información correcta, afirman en Cereset

Aunque el mecanismo suene casi místico, tiene raíces en conceptos neurológicos reconocidos.

Cuando el cerebro aprende de sí mismo

El Dr. James Grisolia, neurólogo del prestigioso sistema Scripps, reconoce que la idea no es descabellada.

La retroalimentación biológica, o biofeedback, es un campo establecido en neurociencia. Desde Pavlov sabemos que el cerebro puede condicionar respuestas. Estás condicionando una respuesta, dice Grisolia, y aunque Cereset no utiliza métodos convencionales de biofeedback, el principio es similar. La diferencia es que en lugar de medir la frecuencia cardíaca o la sudoración, Cereset se enfoca directamente en las ondas cerebrales, traduciéndolas en sonido.

La evidencia médica, sin embargo, no es unánime. La Dra. Marian Rissenberg, neuropsicóloga, expresa dudas desde una perspectiva clínica. Para ella, el proceso y la justificación neurocientífica detrás del programa de Cereset no son del todo convincentes. Revisa los estudios disponibles y encuentra una falta de efectividad significativa. Aun así, no descarta por completo la posibilidad de beneficio. Si no hay riesgos, dice, y si no hay efectos secundarios negativos, no hay problema en probarlo cuando otras opciones han fallado. La creencia parece jugar un papel en la curación de nuestro sistema inmunológico, reconoce, aludiendo al poder del efecto placebo, un fenómeno real y documentado.

Historias que van más allá de los datos

Andrew DeGregorio, co propietario del centro de Encinitas, no habla solo en términos de ondas cerebrales. Habla de una enfermedad crónica que lo dejó alérgico a prácticamente todo alimentos, jabones, el agua tibia, incluso la luz del sol. En enero de 2023 decidió probar el tratamiento de Cereset. Seis meses después, abrió su propio centro. Asegura que el 99 por ciento de sus síntomas desaparecieron. No es un dato que pueda cuantificarse fácilmente en un ensayo clínico, pero para él es tan real como la luz que ahora puede soportar sin dolor.

Jason Prall, también co propietario, pidió a Dolce que dejara de usar ayudas para dormir durante tres semanas antes de comenzar. Al inicio, apenas dormía unas pocas horas, y el estrés la acompañaba al acostarse. En la segunda semana, el rastreador de sueño registró entre tres y cinco horas seguidas. Tras tres semanas, el avance fue notable siete u ocho horas de sueño nocturno, y una sensación de calma antes de dormir. La irritabilidad, que Dolce experimentó tras la tercera sesión, fue temporal, algo que la propia empresa reconoce como una posible reacción inicial mientras el cerebro se ajusta. El tratamiento completo puede requerir entre 10 y 15 sesiones iniciales para ver resultados tangibles, aunque algunos pacientes necesitan al menos 20. Cada sesión cuesta 225 dólares, un precio que no está cubierto por la mayoría de los seguros médicos, como señala el Dr. Grisolia.

Esto limita su acceso, seamos realistas, pero también explica por qué, pese a su expansión más de 60 franquicias en Estados Unidos y otros países, no forma parte de la medicina convencional.

El equilibrio como práctica continua

Después de la última sesión, Dolce revisa sus nuevos gráficos cerebrales. "Básicamente como un pie en el acelerador y otro en el freno", dice al principio. Al final, la imagen cambia. "Las cosas están bien equilibradas, en verde, alineadas". No es una cura milagrosa, pero sí una transformación sutil, profunda. Jason Prall lo resume con una metáfora práctica no basta con tocar el instrumento una vez. Tienes que seguir practicando para mejorar. Por eso recomienda sesiones de afinación mensuales, para mantener el equilibrio, como quien entrena un músculo o cuida una relación.

Cereset no responde a todos los interrogantes de la neurociencia, y su eficacia sigue siendo debatida. Pero en medio del ruido de la ciencia, la medicina y el escepticismo, hay algo que persiste el deseo humano de encontrar armonía dentro de sí mismo. Tal vez, más allá de los sensores y los tonos, lo que realmente funciona es la posibilidad de escuchar, por fin, lo que el cerebro lleva tiempo tratando de decir.

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