3 estudiantes usaron nanopinganillos con IA del tamaño de una cabeza de clavo para copiar en un examen

El artilugio usado no era un auricular común. Era un nanopinganillo, un dispositivo del tamaño de la cabeza de un clavo, capaz de encajarse junto al tímpano.

28 de diciembre de 2025 a las 17:50h
el complice ya no necesita saber solo necesita una IA
el complice ya no necesita saber solo necesita una IA

En un aula de la Universidad de Salamanca, el silencio habitual de un examen se quebró de forma inesperada. No fue un estornudo, ni el ruido de una silla. Fue una voz. Una voz que no venía de ningún estudiante, sino de un altavoz conectado a una señal clandestina. El profesor Javier Blanco, tras sospechar que algo raro ocurría, había logrado captar una transmisión en directo alguien fuera del aula estaba leyendo las respuestas por teléfono, y un estudiante las escuchaba a través de un dispositivo casi invisible. Lo conectó al altavoz. Y toda la clase, atónita, escuchó el fraude en tiempo real.

El pinganillo que no se ve

El artilugio usado no era un auricular común. Era un nanopinganillo, un dispositivo del tamaño de la cabeza de un clavo, capaz de encajarse junto al tímpano. Tan pequeño que no se detecta a simple vista. Tanto que, para sacarlo, se necesita un imán. Y no había solo uno. Eran tres. Tres estudiantes, cada uno con su minúsculo canal hacia el exterior. Una red de trampas en miniatura, escondida en los oídos como si fueran joyas tecnológicas del engaño.

Estos dispositivos se venden en internet por menos de 50 euros. Algunos incluyen micrófono, otros necesitan un repetidor oculto en un bolígrafo, un anillo o incluso en el cuello. Lo más inquietante no es que existan, sino que sean tan accesibles. Y no solo se compran. También se alquilan. Como si copiar en un examen fuera un servicio bajo demanda, con tarifa por hora.

El detector casero

El profesor Blanco no actuó solo. Inspirado por un artículo científico publicado en 2019 por docentes de la Universidad Politécnica de Valencia, decidió construir su propio detector de señales. Un artefacto casero, pero efectivo, capaz de captar las frecuencias de estos pinganillos. El mismo trabajo científico que sirvió de manual para Blanco fue celebrado por uno de sus autores años después.

"Me alegra que mi trabajo haya tenido utilidad" - Ismael Ripoll, investigador de la Universidad Politécnica de Valencia

Ironía del destino en su momento, el equipo de Ripoll usó el detector durante varios exámenes, con sospechas, pero sin resultados. No pillaron a nadie. No porque no hubiera trampas, quizás, sino porque los métodos eran aún más rudimentarios o simplemente no estaban allí. Ahora, en cambio, el detector ha pasado de laboratorio a aula, de teoría a prueba de fuego. En 2024, incluso un profesor de un instituto de Madrid construyó su versión casera, siguiendo las mismas instrucciones.

La revolución silenciosa de la IA

La gran diferencia entre 2019 y hoy no es el tamaño del pinganillo. Es la inteligencia artificial. Hace cinco años, copiar requería que alguien con conocimientos resolviera el examen en tiempo real. Hoy, basta con hacer una foto, enviarla a ChatGPT y leer las respuestas vía teléfono. El cómplice ya no necesita saber, solo necesita conexión.

Un familiar, un amigo, incluso un chatbot. Todo lo que antes exigía planificación, ahora ocurre en segundos. Y lo más perturbador el estudiante ni siquiera necesita entender la respuesta. Como relata Laura, encargada de lenguas en una academia de Tenerife, muchos piden a la IA que les haga un resumen del resumen. El esfuerzo, incluso el mínimo, se considera innecesario.

"Es cada vez más habitual que muchos busquen la solución rápida. Ahora no quieren hacer ni el más mínimo esfuerzo" - Laura, encargada de lenguas en la Academia San Roque de Tenerife

¿Qué pasa si te pillan?

La ley, actualizada en 2023, califica copiar en un examen como falta grave. La sanción máxima suspensión de dos convocatorias y expulsión de la universidad durante 30 días. Pero si hay un examen en ese periodo, el estudiante puede presentarse. Una pena que suena más a advertencia que a castigo.

Para Rodrigo Santamaría, de la Universidad de Salamanca, el sistema falla por diseño.

"La penalización es nula. Estamos vendidos, si un estudiante quiere copiar va a copiar igual" - Rodrigo Santamaría, Universidad de Salamanca

Y es que el problema no es solo detectar. Es demostrar. José Ángel Contreras, del servicio de Inspección de la Universidad de Burgos, lo tiene claro preguntas a un estudiante si usa un pinganillo y te dice que no. Y tú, ¿cómo lo demuestras? La tecnología avanza más rápido que la capacidad de controlarla.

Soluciones prohibidas

¿Y si se bloquearan las señales? ¿Y si se usaran inhibidores de frecuencia en las aulas? Sería efectivo. Demasiado. Pero están prohibidos. Solo la policía puede usarlos. José Juan López, vicerrector de estudiantes en la Universidad Miguel Hernández, lo planteó directamente al ministro en una comida. La respuesta indiferencia. El problema existe, pero no hay voluntad política para abordarlo.

"Inhibidores de frecuencia. Pero ahora mismo son ilegales, solamente la policía puede usarlos" - José Juan López, vicerrector de estudiantes de la Universidad Miguel Hernández

El futuro ya está aquí

En Italia, un alumno de Medicina relató cómo dos compañeros copiaron usando gafas Meta. Sí, esas gafas inteligentes con cámara y conexión a internet. Buscaban las respuestas en tiempo real. Cuando avisaron a los profesores, no pasó nada. La tecnología de lo posible supera a la autoridad de lo permitido.

Y mientras tanto, en Salamanca, un profesor logró exponer el fraude en directo. No con cámaras ni con drones. Con un altavoz y un detector hecho en casa. Un acto casi heroico en medio de un sistema que parece rendido. Víctor Funcia, estudiante de la misma universidad, lo dice con ironía la asignatura donde se detectó el caso no era siquiera difícil. Si copian en lo fácil, ¿qué harán en lo complicado?

Quizás la pregunta no sea cómo evitar que copien. Sino por qué quieren hacerlo. Y qué clase de educación estamos construyendo cuando la trampa es más rápida que el estudio.

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