Imagina que hace apenas cinco años pedirle a una máquina que escriba un poema, organice tu viaje de fin de semana o te ayude con los deberes de matemáticas sonaba a ciencia ficción. Hoy, para casi cuatro de cada diez españoles entre 16 y 74 años, eso ya no es ficción. Es algo tan cotidiano como buscar una receta o consultar el pronóstico del tiempo. Y si tienes entre 16 y 24 años, lo más probable es que ya lo hayas hecho más de una vez.
Una revolución silenciosa en nuestros bolsillos
El Instituto Nacional de Estadística ha revelado una cifra reveladora el 37,9% de la población española en edad activa y juvenil ha interactuado al menos una vez con herramientas de inteligencia artificial generativa, como ChatGPT o sus equivalentes. Es más que un dato aislado. Es un indicador de que algo ha cambiado en la forma en que relacionamos con el conocimiento, con la tecnología y con el trabajo.
Los jóvenes lideran esta transformación. El 75,6% de los menores de 25 años ha usado IA generativa. Casi ocho de cada diez. Es un salto abismal si lo comparamos con las generaciones anteriores. A partir de los 45 años, el uso cae en picado. Solo el 19,2% de quienes tienen entre 55 y 64 años han probado estas herramientas. Y entre los mayores de 65, apenas el 7,4%. Es como si estuviéramos ante dos países distintos uno digital, ágil, curioso; otro más cauto, quizás desinformado o simplemente desentrenado.
La tecnología no avanza a la misma velocidad para todos. Y esta brecha no es solo generacional. Es cultural, formativa, emocional. Algunos ven en la IA una aliada. Otros, una amenaza. Pero lo cierto es que ya está aquí. Ya forma parte del paisaje.
Para qué usamos la inteligencia artificial cocina, estudios y trabajo
No todos usan la IA por las mismas razones. Para el 30,2% de la población, su función es netamente privada. Quieren saber qué cenar, cómo planificar un fin de semana en la montaña o cuál es la mejor ruta para evitar atascos. Usan la inteligencia artificial como una versión superpoderosa de Google, capaz de entender preguntas complejas y ofrecer respuestas organizadas, incluso creativas.
Entre los jóvenes, el uso privado sube hasta el 53%. Pero hay otro terreno donde su impacto es aún mayor el estudio. Casi el 60% de los chicos y chicas entre 16 y 24 años recurren a la IA para preparar exámenes, resumir textos o incluso redactar trabajos. Algunos lo hacen para ahorrar tiempo. Otros, para comprender mejor. Y algunos, probablemente, para sortear el esfuerzo. Pero más allá del debate ético, lo indiscutible es que las aulas ya no son inmunes a la inteligencia artificial.
En el ámbito profesional, el porcentaje baja. Solo el 17,9% de la población utiliza IA con fines laborales. Pero en el grupo de 25 a 34 años, ese número se eleva al 30,7%. Son los trabajadores más jóvenes, los que han entrado al mercado con nuevas herramientas, los que usan IA para redactar correos, optimizar hojas de cálculo o generar presentaciones. Son los primeros nativos digitales del siglo XXI. No solo saben usar tecnología; esperan que la tecnología les ayude a trabajar mejor.
"La inteligencia artificial no reemplazará a los profesionales, pero los profesionales que usen IA sí reemplazarán a los que no lo hagan" - Andrew Ng, científico de datos y cofundador de Google Brain
¿Qué nos dice este mapa de la IA en España?
Que la adopción tecnológica no es lineal. Que no basta con que una herramienta exista hay que saber para qué sirve, cómo usarla y, sobre todo, confiar en ella. Los mayores de 65 años, con apenas un 7,4% de uso, no son un caso aislado. Son un recordatorio la innovación no es solo técnica, es humana. Requiere empatía, formación, paciencia.
También nos dice que los jóvenes no ven la inteligencia artificial como algo lejano o abstracto. La ven como una herramienta de vida real. Para estudiar, para planificar, para resolver. La tecnología ya no es solo para expertos es para todos, aunque no todos la usen aún.
Y quizás, en medio de este cambio, lo más importante no sea cuántos la usan, sino qué hacemos con lo que aprenden quienes empiezan a usarla tan temprano. ¿Les enseñamos a usarla con criterio? ¿O les dejamos navegar sin brújula? La respuesta a esa pregunta definirá no solo su futuro, sino el de todos nosotros.