Octubre de 2025 no trajo solo hojas secas y lluvia. Para muchos sectores en España, marcó el inicio de una nueva ola de tensión digital. Los ciberataques aumentaron un 6 por ciento respecto al mismo mes del año anterior, según un informe de Checkpoint Software. Cada semana, las organizaciones españolas enfrentaron una media de 1.932 intentos de intrusión. Cifras que, si bien pueden sonar técnicas, esconden historias reales servidores colapsados, clases suspendidas, administraciones paralizadas, datos personales expuestos.
Un mapa del ataque digital
El panorama global no es mejor. A nivel mundial, los ciberataques crecieron un 5 por ciento frente a octubre de 2024. Pero en Europa, la subida fue aún más brusca un 19 por ciento. Un salto que no puede ignorarse. En este escenario, España se mueve entre el avance tecnológico y la vulnerabilidad creciente. Y dentro del país, no todos los sectores sufren por igual.
El más afectado fue el educativo. Con 4.470 ataques semanales, las escuelas, institutos y universidades se convirtieron en blanco preferente. Un aumento del 5 por ciento en apenas un año. Imagina una clase de matemáticas interrumpida porque el sistema de gestión colapsa. O un examen final que no puede realizarse porque los servidores están encriptados por un atacante remoto. La educación, ese pilar de la sociedad, ahora también es campo de batalla digital.
Las telecomunicaciones no se quedan atrás. Con 2.583 ataques semanales, también experimentaron un repunte del 2 por ciento. Son redes que sostienen la vida cotidiana. Sin ellas, no hay llamadas, no hay internet, no hay trabajo remoto. Y aún así, siguen bajo asedio. En contraste, las administraciones públicas, aunque siguen siendo objetivo 2.550 ataques semanales, lograron reducir su exposición un 2 por ciento. Una pequeña victoria en una guerra larga.
Ransomware el secuestro que no para de crecer
Pero si hay una amenaza que ha escalado con fuerza, es el ransomware. En octubre de 2025, se registraron 801 ataques de este tipo a nivel global, un 48 por ciento más que en el mismo mes de 2024. Estados Unidos concentró el 57 por ciento de estos incidentes. Una cifra abrumadora, pero que también sirve como advertencia para el resto del mundo.
El ransomware ya no es un problema de tecnología. Es un problema de salud, de educación, de justicia. Cuando un hospital es atacado, las vidas corren riesgo. Cuando una universidad es bloqueada, el conocimiento se paraliza. Estos ataques no buscan solo dinero. Buscan control, caos, visibilidad.
La nueva frontera los prompts de inteligencia artificial
Y en medio de este panorama, surge un nuevo frente la inteligencia artificial. Lo que parecía una herramienta de productividad se ha convertido, en muchos casos, en una puerta trasera inesperada. Según el informe, uno de cada 44 prompts esas instrucciones que escribimos para pedirle algo a una IA supuso un riesgo grave de fuga de información sensible.
Imagina que un empleado de una empresa escribe en un chat de IA "Resume el informe confidencial sobre los nuevos planes de expansión en Sudamérica". El mensaje entra, la IA responde, pero el texto queda almacenado en servidores externos. El dato ya no es tuyo. Y quizás, nunca vuelva a serlo.
"Un tercio de los prompts en entornos corporativos exponen datos que deberían permanecer protegidos" - Eyal Harell, Vicepresidente de Investigación de Checkpoint Software
El dato más alarmante el 87 por ciento de las empresas que utilizan inteligencia artificial han sufrido ya algún tipo de fuga de información a través de estos mensajes. No por hackers sofisticados, sino por errores cotidianos. Por confianza mal colocada. La amenaza no siempre viene del exterior. A veces, se escribe desde dentro, con el teclado encendido y la mente distraída.
¿Qué hacemos con esto?
Los números no mienten. Vivimos en una era donde la seguridad digital no es responsabilidad solo de los técnicos. Es una cultura que debe extenderse a cada oficina, aula o centro de salud. La educación en ciberseguridad no puede ser un curso obligatorio olvidado. Debe ser parte del aire que respiramos en lo digital.
Y mientras los gobiernos y empresas refuerzan sus defensas, también debemos preguntarnos ¿cómo usamos la tecnología? ¿Con qué confianza? ¿Con qué precaución? Porque en este nuevo escenario, cada tecla que pulsamos puede ser un acto de riesgo o de responsabilidad.