92% de precisión en reconocimiento facial. La IA no pueden diferenciar a un menor de 16 años

Más allá de lo anunciado subyace un desafío técnico, ético y social de enormes proporciones. La intención es clara, pero la ejecución se topa con muros de incertidumbre.

02 de septiembre de 2025 a las 07:25h
Actualizado: 02 de septiembre de 2025 a las 07:43h
La verificación de edad, un laberinto sin salida clara para la IA
La verificación de edad, un laberinto sin salida clara para la IA

En diciembre, Australia dará un paso sin precedentes al prohibir el acceso a redes sociales como Facebook, Instagram, Snapchat y YouTube para todos los menores de 16 años. Esta medida, anunciada con firmeza por el gobierno, busca proteger la salud mental de los jóvenes en un entorno digital cada vez más intrusivo. Pero más allá del anuncio, subyace un desafío técnico, ético y social de enormes proporciones. La intención es clara, pero la ejecución se topa con muros de incertidumbre, dilemas de privacidad y límites tecnológicos que amenazan con convertir una buena idea en una promesa vacía.

La verificación de edad, un laberinto sin salida clara

El gobierno encargó al Age Check Certification Scheme, un organismo británico especializado, que evaluara cómo implementar esta prohibición. El informe final, publicado recientemente, dejó claro algo incómodo no existe una solución única que funcione para todos los casos. Cada método de verificación de edad tiene sus grietas, y todas ellas pueden comprometer la seguridad o la privacidad de los usuarios.

La verificación mediante documentos de identidad fue identificada como la más precisa. Sin embargo, abre una caja de Pandora ¿cuánto tiempo podrían conservar estas plataformas los datos personales de los adolescentes? ¿Y quién garantiza que no se compartan con terceros o con el propio gobierno? En un mundo donde cada dato tiene valor comercial, entregar una copia del DNI digital a una empresa como Meta o Google no es un trámite inocente, sino un acto de fe en su responsabilidad.

La tecnología de reconocimiento facial, otra de las opciones analizadas, mostró un 92 por ciento de precisión en personas mayores de 18 años. Pero en torno a la edad límite de 16 años existe una "zona de amortiguamiento", un rango de dos o tres años donde el sistema falla con frecuencia. Esto significa que ni los algoritmos más avanzados pueden distinguir con certeza quién es menor o mayor de 16. El riesgo de falsos positivos, dejar entrar a un niño, o falsos negativos, bloquear a un adulto, es real, y difícil de justificar en una sociedad que valora el acceso a la información y la libre expresión. Los métodos que dependen de la aprobación parental también generan desconfianza. ¿Qué pasa con los adolescentes en situaciones familiares complicadas? ¿Y cómo evitar que un padre complaciente autorice el acceso sin verdadera supervisión? La tecnología, por sí sola, no puede suplir la ausencia de diálogo, ni el control parental convertirse en un pasaporte digital que se entrega sin reflexión.

El peso de la responsabilidad sobre las gigantes tecnológicas

Anika Wells, ministra de Comunicaciones de Australia, lanzó un mensaje directo a las empresas estas son algunas de las empresas más ricas del mundo… es razonable pedirles que usen esos mismos datos y tecnología para mantener a los niños seguros en línea. La crítica es contundente. Si estas plataformas pueden predecir nuestros gustos, vender publicidad dirigida o manipular nuestro tiempo de atención, ¿por qué no pueden garantizar que un menor no acceda a su contenido?

El gobierno ha dejado claro que espera que para el 10 de diciembre, las plataformas tengan implementados sistemas de verificación robustos. De lo contrario, enfrentarán multas de hasta 50 millones de dólares australianos. Pero el informe también reconoce que aún no se han definido con precisión qué medidas se considerarán "razonables". Esta ambigüedad deja espacio para disputas legales, pero también para la irresponsabilidad.

Más allá del bloqueo educación y contenido seguro

No todas las voces apoyan esta prohibición. Algunos expertos en salud mental advierten que aislar a los adolescentes de las redes sociales podría tener efectos contraproducentes. Las redes, por defecto, no son malas. Para muchos jóvenes, son espacios de pertenencia, apoyo emocional y autodescubrimiento. Eliminar el acceso por completo puede empujar a los menores hacia rincones más oscuros y menos regulados de internet, donde el riesgo es mayor y la supervisión, inexistente.

En lugar de enfocarse solo en la edad, muchos especialistas recomiendan que el gobierno invierta más en controlar el contenido dañino desinformación, ciberacoso, promoción de trastornos alimenticios o conductas autodestructivas. También es urgente preparar a los jóvenes con educación digital de calidad, que les enseñe a navegar con criterio, empatía y autonomía.

Australia se posiciona como un pionero en esta regulación. Pero su verdadero legado no dependerá de cuántos menores bloqueen, sino de si logra construir un entorno digital más seguro, justo y humano. La tecnología puede poner puertas, pero solo la sociedad puede abrir ventanas.

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