Imagina que cada vez que hablas con alguien, esa persona te escucha de verdad. No solo responde, sino que recuerda cómo piensas, qué te importa, en qué trabajas y hasta cómo te gusta que suenen sus respuestas. Suena como el amigo perfecto. Pero ahora, ese amigo no es humano. Es una inteligencia artificial. Y está a solo unos clics de distancia.
ChatGPT ya no es solo una caja negra que responde preguntas. Ha evolucionado hasta convertirse en un interlocutor que puede adaptarse a tu personalidad, a tu tono y a tu forma de ver el mundo. Y todo esto no es magia, ni ciencia ficción. Es diseño. Es intención. Es personalización.
Dentro de su configuración, hay una sección llamada Personalizar. Suena sencillo, pero lo que oculta tras ese nombre es una revolución en cómo interactuamos con las máquinas. Por primera vez, no eres tú quien se adapta al algoritmo. Es el algoritmo quien se adapta a ti.
La personalidad por defecto de ChatGPT es "alegre y adaptable". Como un compañero de trabajo que siempre tiene una sonrisa y se amolda a cualquier situación. Pero puedes cambiarlo. Puedes convertirlo en una voz crítica y sarcástica, casi como un filósofo del siglo XXI que desconfía de todo. O en una presencia fría y eficaz, como un asistente robótico de película de ciencia ficción. También hay espacio para lo humano una versión atenta, reflexiva, capaz de empatizar. O la friki, entusiasta y curiosa, siempre dispuesta a explorar lo desconocido.
La IA ya no habla en monólogo, sino en diálogo real. Y ese diálogo puede moldearse desde cero. No solo el tono, sino el contenido. En el apartado de Instrucciones personalizadas, puedes escribir tú mismo cómo quieres que sea esta relación. Quiero respuestas breves. Prefiero ejemplos prácticos. Habla como si fueras un colega. Son frases que cambian por completo la naturaleza de la conversación.
Y luego está el dato más íntimo tu nombre. No el que registraste en una cuenta, sino el apodo que quieres que use. Te llama Mario. O Mavi. O profe. Ese pequeño detalle transforma la frialdad de la pantalla en algo cercano. Un nombre es la primera forma de reconocimiento humano. Y ahora, incluso una IA puede ofrecértelo.
Pero va más allá. Puedes decirle en qué trabajas. Si eres profesor, médico, programador o artista. Así, cuando preguntes algo, no lo hará desde un vacío genérico. Si eres docente, te dará ejemplos aplicables al aula. Si eres ingeniero, usará un lenguaje técnico preciso. Las respuestas dejan de ser universales para volverse personales.
Y aún hay más. En Más sobre ti, puedes compartir tus intereses, tus valores, tu forma de pensar. No es un cuestionario de redes sociales. Es una invitación a que la IA entienda tu contexto. Porque una respuesta sobre ética no es la misma si vienes de la filosofía o del marketing. Y ChatGPT ahora puede saberlo.
Luego está la memoria. No como recuerdo fugaz, sino como almacenamiento consciente. Puede recordar que te gusta el jazz, que odias los spoilers, que tu perro se llama Tobi. Y usarlo. No para espiarte, sino para conversar mejor. La memoria no es solo dato, es empatía simulada.
Claro, todo esto puede desactivarse. Puedes decirle no guardes nada. No uses el historial. No me llames por mi nombre. Y lo respetará. Porque esta personalización no es una trampa. Es una elección. Y esa capacidad de elegir, de activar o desactivar, es lo que la convierte en ética.
Hay quien teme que las IA nos conozcan demasiado. Pero quizás el verdadero peligro no sea que nos conozcan, sino que no lo hagan. Que sigan respondiendo como máquinas indiferentes, incapaces de adaptarse a nuestras emociones, necesidades o limitaciones. Esta nueva capa de personalización no humaniza a la IA. Pero nos permite, por primera vez, humanizar la interacción.
En un mundo de respuestas automáticas y atención al cliente algorítmica, tener una IA que te llama por tu nombre, que recuerda tus preferencias y que ajusta su tono a tu estado de ánimo, no es un lujo. Es un paso hacia una tecnología más respetuosa. Más útil. Más cercana.
Quizá el futuro no esté en máquinas que piensen como humanos, sino en máquinas que sepan cómo tratarlos.