En enero de 2025, un nuevo nombre irrumpió con fuerza en el olimpo de la inteligencia artificial: DeepSeek. Sin previo aviso, este modelo de lenguaje de gran tamaño, desarrollado por High-Flyer, un fondo de cobertura cuantitativo especializado en trading algorítmico, comenzó a compararse en capacidades con los gigantes globales como OpenAI y Google. Lo más sorprendente no fue su rendimiento, sino su precio: cero. DeepSeek se ofrecía de forma gratuita, desafiando el modelo de negocio dominante en el sector. El mundo miró con atención hacia China, donde comenzaba a dibujarse una nueva batalla tecnológica.
Según afirmó High-Flyer, DeepSeek R1 fue entrenado utilizando 2.048 chips H800 de NVIDIA, una versión modificada de las H100 diseñada para cumplir con las restricciones de exportación estadounidenses. Sin embargo, múltiples analistas han puesto en duda esta cifra. Algunos cálculos técnicos sugieren que el entrenamiento real habría requerido hasta 50.000 GPU H100, un número que solo sería posible si se hubieran adquirido mediante canales indirectos, aprovechando lagunas en el control de exportaciones. Esto no sería solo un salto tecnológico, sino también una prueba de ingenio geopolítico.
La fuga de chips y el pulso a las sanciones
Las restricciones impuestas por Estados Unidos a la venta de chips avanzados a empresas chinas no han logrado detener el avance. En su lugar, han acelerado la búsqueda de alternativas. Fuentes como el South China Morning Post indican que empresas chinas han recurrido a intermediarios para acceder a hardware prohibido, desafiando el bloqueo tecnológico. Este flujo encubierto de semiconductores de alto rendimiento ha alimentado el desarrollo de modelos como DeepSeek, pero también ha encendido las alarmas en Washington.
Lo que hace aún más significativo el caso de DeepSeek es su próxima evolución. Según revelaron sus desarrolladores en una publicación en WeChat la semana pasada, la próxima versión del modelo prescindirá completamente de las GPU de NVIDIA. Este anuncio no es solo un cambio técnico, sino un mensaje político: China está decidida a romper su dependencia del hardware occidental.
El nacimiento de un ecosistema nacional de chips para IA
Detrás de este salto tecnológico hay un ecosistema emergente de fabricantes chinos de semiconductores que están recibiendo un fuerte impulso estatal y privado. El South China Morning Post identifica cinco proveedores clave capaces de suministrar el hardware necesario para sustituir a NVIDIA: Huawei Technologies, Cambricon Technologies, Moore Threads, Hygon Information Technology y MetaX Integrated Circuits.
- Cambricon Technologies ha recibido luz verde de la Bolsa de Shanghái para recaudar 560 millones de dólares destinados al diseño de cuatro nuevos chips especializados en entrenamiento e inferencia de modelos de IA. Parte del proyecto incluye el desarrollo de una alternativa al entorno de programación CUDA, el sistema que domina el cómputo paralelo en GPUs y que ha sido durante años un mojón insalvable para competidores.
- Moore Threads, otra empresa emergente, ya comercializa las tarjetas MTT S4000 y MTT S3000 orientadas a inteligencia artificial, y su modelo MTT S80, diseñado para juegos y creación de contenido, alcanza según la compañía 14.4 TFLOPS de rendimiento. Aunque aún no alcanzan las cifras de las H100, su evolución es vertiginosa.
- Huawei, con su serie Ascend, lidera la carrera. El chip Ascend 910D fue presentado como un competidor directo de la H100 de NVIDIA. Pero el verdadero salto vendrá con el Ascend 920, diseñado para ocupar el espacio dejado por la H20, la versión rebajada de NVIDIA para el mercado chino. Este nuevo chip entrará en producción masiva en la segunda mitad de 2025, fabricado con tecnología de integración de 6 nm desarrollada en colaboración con SMIC, la principal fabricante de semiconductores de China.
Este avance no es solo técnico. Es un reflejo de una estrategia nacional que prioriza la soberanía tecnológica. China no solo quiere competir en IA, quiere construir su propio universo de chips, software y modelos sin depender del exterior. El caso de DeepSeek es, en este sentido, un síntoma de una transformación más profunda: la emergencia de un polo tecnológico autónomo, capaz de desafiar el monopolio occidental.
Lo que está ocurriendo no es simplemente una carrera de potencia bruta entre chips, sino una reconfiguración del poder global en torno al control de las tecnologías clave. DeepSeek, con su mezcla de opacidad, ambición y capacidad técnica, se ha convertido en el rostro visible de un proceso silencioso pero profundo. Detrás de cada modelo de lenguaje, hay un chip; detrás de cada chip, una decisión geopolítica. Y en ese entramado, el alma de la innovación ya no habla solo inglés, sino también mandarín.