Doug Steinberg no parece el arquetipo del revolucionario. Con 46 años y vida en Coral Springs, Florida, es un ingeniero de software que lleva décadas trabajando con líneas de código, pantallas oscuras y lenguajes que pocos entienden. Pero en el último año, su forma de crear software ha cambiado tanto que ya no reconoce su antiguo ritmo de trabajo. Hoy, dice, no quiere volver a la vieja manera. Y no es solo una preferencia técnica, es una transformación profunda en cómo percibe su oficio.
Steinberg comenzó a integrar herramientas de inteligencia artificial en su flujo de trabajo hace aproximadamente un año. Al principio, como muchos, lo hizo con escepticismo. Pero pronto descubrió que no se trataba solo de automatizar tareas repetitivas, sino de amplificar su capacidad creativa y técnica al punto de parecer magia. Lo que antes le tomaba meses, ahora lo resuelve en días. Lo que antes requería largas sesiones de concentración y pruebas fallidas, ahora fluye con una naturalidad que él mismo encuentra asombrosa.
De meses a días la aceleración del desarrollo
En 2023, Steinberg inició el desarrollo de una aplicación para el negocio que comparte con su esposa, una empresa que crea software para agencias de ventas en la industria de la iluminación. El proceso fue laborioso, se extendió durante meses. Pero cuando tuvo que hacer una app similar para la escuela de su hija, con el fin de registrar horas de voluntariado, todo cambió. Esta vez, usó inteligencia artificial. Y la completó en unos pocos días.
El contraste fue tan dramático que su esposa lo resumió con una imagen contundente Es como cambiar tu pala por una excavadora. No se trata solo de trabajar más rápido, sino de operar a una escala diferente. Hoy, Steinberg es capaz de construir plataformas completas para eventos, con registro de invitados, notificaciones automáticas y seguimiento en tiempo real de asistentes a stands, todo implementado en cuestión de días. Antes, eso le habría llevado semanas.
Steinberg: El cómplice invisible cómo la IA transforma el pensamiento
Para Steinberg, la inteligencia artificial no es solo una herramienta técnica. Es un compañero de trabajo, una presencia constante con quien puede hacer lluvia de ideas, resolver dudas o pedir ayuda en mitad de la noche. "Usar IA casi se siente como tener otra persona contigo todo el tiempo a la que puedes preguntar cualquier cosa", dice. Y esa sensación de colaboración, de diálogo continuo, es lo que más valora.
Antes, los comentarios en el código eran una carga. Muchos programadores dejaban frases como "work in progress" o mensajes vagos porque no tenían tiempo ni ganas de explicar cada paso. Hoy, Steinberg pide a la IA "Escríbeme un buen mensaje", y recibe explicaciones claras, detalladas, incluso elegantes. Ya no tiene que pensar qué escribir. Algo que parecía trivial, pero que consume horas, ha desaparecido.
El salto de calidad cuando la IA supera las expectativas
El momento decisivo para Steinberg llegó cuando descubrió Claude Code. "Parecía hacer al menos cinco veces mejor que cualquier cosa que hubiera visto antes", confiesa. Fue entonces cuando comprendió que no estaba ante una evolución incremental, sino ante un cambio de paradigma. La IA no solo aceleraba su trabajo, sino que mejoraba su calidad.
El primer sitio web que logró desarrollar exitosamente con IA fue para una conferencia de la empresa de su esposa. Necesitaban una plataforma para gestionar inscripciones, enviar notificaciones a fabricantes e invitados, y monitorear el tráfico en los stands. Gracias a la IA, lo tuvieron listo en días. Y funcionaba. No era un prototipo rudimentario, era una solución completa, funcional y bien diseñada.
"Ahora puedo escribir una aplicación entera en días, donde antes me llevaba meses", asegura. Y no es solo cuestión de velocidad. La IA también lo ayuda en aspectos que nunca fueron su fuerte, como el diseño visual. "Puede hacer diseño visual mucho mejor de lo que puedo. No soy bueno en eso, y puede hacer que las cosas se vean bastante decentes", admite con franqueza.
El futuro no asusta una visión desde dentro
Con tanta eficiencia, surge una pregunta inevitable ¿no teme que su trabajo desaparezca? Steinberg lo piensa, pero no lo ve así. "Honestamente, sigo pensando que será un beneficio neto. Como creador, no me da miedo que personas como yo sean afectadas negativamente", dice. Su confianza no viene del optimismo ciego, sino de la experiencia directa. La IA no lo ha reemplazado, lo ha empoderado.
Admite que es posible que las empresas necesiten menos personas. Pero eso no lo preocupa. "Puede que las empresas no necesiten tanta gente, pero no me preocupa porque puedo hacer cosas y ganar dinero por mi cuenta", explica. La IA le ha devuelto el control. Ahora puede desarrollar sus propias aplicaciones, monetizar sus ideas, crear sin depender de estructuras corporativas lentas o burocráticas.
"Siempre quise hacer mis propias apps, pero nunca tuve suficiente tiempo o era lo suficientemente rápido para hacerlo. Ahora, es casi como tener otro tú", reflexiona. Y en esa frase late algo profundo la IA no es solo una herramienta, es una extensión de sí mismo, un eco digital de su pensamiento y sus deseos.
Amplificar, no reemplazar
Para Steinberg, el verdadero potencial de la inteligencia artificial no está en hacer obsoletos a los programadores, sino en poner el poder de crear software al alcance de quienes antes no lo tenían. Es una democratización silenciosa. Las ideas pueden materializarse más rápido, los problemas se resuelven con mayor agilidad, y los clientes obtienen mejores herramientas en menos tiempo.
"Simplemente veo que la IA amplifica el trabajo. Veo que habrá más funciones, más rápido y mejor. Al final, los clientes van a obtener más de las herramientas que tienen", concluye. Y en ese futuro que él ya habita, no hay lugar para el miedo, sino para la curiosidad, la colaboración y la creación constante.