Imagina que escribes una pregunta en Google y, antes de que puedas siquiera ojear los resultados, la máquina ya te da la respuesta. No enlaces, no fuentes, no opiniones distintas. Solo un párrafo limpio, ordenado, aparentemente definitivo. Esto ya no es ciencia ficción. En marzo, Google activó en España una nueva función llamada vista creada con IA, un resumen generado por su inteligencia artificial Gemini que responde directamente a tu consulta y aparece justo encima de los enlaces tradicionales. Parece un avance cómodo, rápido, moderno. Pero detrás de esa aparente comodidad, hay un cambio profundo en cómo accedemos al conocimiento.
Antes, al buscar algo, veías una lista de enlaces. Eran puertas. Cada una te invitaba a entrar, a explorar, a comparar. Hoy, en el 92 por ciento de los casos, los usuarios ni siquiera hacen clic. Se quedan con la respuesta de la IA y cierran la pestaña. Es lo que se llama una búsqueda de cero clic. Cuando no hay resumen, los clics se duplican. No es solo un cambio técnico. Es un cambio en nuestra forma de pensar.
"Hemos pasado de la multiplicidad de respuestas posibles al simulacro de una respuesta única, de lo politeísta a una suerte de monoteísmo. Eso evidentemente puede ser peligroso" - Jorge Carrión
Carrión, autor de Membrana y Los campos electromagnéticos, pone el dedo en la llaga. Google nunca fue un oráculo neutral, pero al menos ofrecía caminos distintos. Ofrecía elección. Ahora, la IA no solo selecciona, sino que sintetiza, resume y decide por nosotros qué es relevante. Y eso no es un salto evolutivo, sino una simplificación que puede tener consecuencias profundas."
"La explotación de la red por la IA está destrozando internet. Es un nuevo salto hacia la homologación total de las búsquedas, pero también del conocimiento y, en última instancia, del cerebro humano"- Franco Bifo Berardi
Berardi, filósofo italiano de larga trayectoria crítica con la tecnología, no usa medias tintas. Para él, no estamos solo cambiando de buscador. Estamos entrenando a una máquina que acelera nuestras respuestas, pero también vacía el espacio del pensamiento lento. El valor en la sociedad capitalista no está en reflexionar, sino en producir valor rápido. Y los chatbots aceleran. Pero el pensamiento, la duda, la contradicción, esas no son eficientes. Por eso, dice Berardi, deben desaparecer.
Éric Sadin, filósofo francés especializado en inteligencia artificial, va más allá. Para él, estos procesadores no están diseñados para ayudarnos. Su único objetivo es gravitar sobre nuestros comportamientos. No son herramientas neutras. Son arquitecturas de influencia. Cada resumen, cada respuesta, está calibrada para mantenernos dentro del ecosistema del gigante tecnológico, sin necesidad de salir a explorar fuera.
Y ahí está el problema si Gemini resume lo que otros han escrito, ¿por qué visitar esas páginas? Anabel Arias, abogada especializada en derechos digitales, lo dice con claridad. Al resumir contenidos que ya existen en la red, se evita que la gente haga clic. Y sin clics, no hay tráfico. Y sin tráfico, los medios de comunicación pierden ingresos. Similarweb ya ha alertado sobre el riesgo para el periodismo digital, que depende en buena medida del tráfico orgánico que llega desde buscadores.
Google dice que el tráfico a las webs se ha mantenido estable. Incluso habla de búsquedas de mayor calidad. Pero no ofrece datos concretos. Ni aclara en qué búsquedas aparece el resumen. Curiosamente, cuando se le pregunta a Gemini sobre el impacto de su propia función, admite que los clics en enlaces han disminuido. La IA contradice a su creador. Y eso, por sí solo, ya debería encender luces de alarma.
En Europa, hay leyes que exigen transparencia. Los buscadores deben explicar cómo ordenan los resultados. Pero no está claro si Gemini, como generador de contenidos, entra en esa obligación.
¿Es parte del buscador o un nuevo actor? La ambigüedad legal es un terreno fértil para el abuso.
Y luego está el usuario. ¿Puede decidir si quiere que su historial de búsquedas se use para entrenar la IA? Sí, pero no es fácil. Anabel Arias señala que desactivar esa función requiere una cantidad de clics y gestiones que parecen diseñadas para que el usuario se rinda. Está pensado para que no lo hagas. Porque, mientras no lo hagas, tus datos siguen alimentando la máquina.
No todo es sombrío. Nayef al Rodhan, filósofo y neurocientífico, reconoce que estas herramientas ahorran tiempo y esfuerzo mental en consultas simples. Pero también advierte del riesgo. Y Cristina Aranda, lingüista y autora de Vidas futuras, lo resume con ironía mordaz el ser humano es vago. Si te lo ponen fácil, lo usarás. Por eso, dice, es fundamental el espíritu crítico. Acceder a fuentes reputadas cuando se necesita profundidad. Pero, ¿cuántos lo harán cuando la respuesta ya está servida?
Quizá no se trate de elegir entre el viejo Google y el nuevo. Carrión tiene una idea más esperanzadora como conviven el vinilo y Spotify, también podrán convivir la respuesta única y la multiplicidad. No todo está perdido. Pero solo si somos conscientes del cambio. Y si exigimos transparencia, equilibrio y, sobre todo, espacio para pensar. Porque al final, lo que está en juego no es solo cómo buscamos. Es cómo entendemos el mundo.