En la tranquila localidad de Palo, Iowa, una planta que parecía destinada al olvido está a punto de protagonizar uno de los capítulos más sorprendentes del renacer nuclear en Estados Unidos. La central de Duane Arnold, cerrada en 2020 tras un derecho que destruyó sus torres de enfriamiento, podría volver a generar energía en 2029 gracias a una alianza inédita entre Google y NextEra Energy. Esta inversión superior a los 1600 millones de dólares no solo busca reactivar una infraestructura obsoleta, sino también alimentar el creciente apetito de la inteligencia artificial por electricidad limpia y constante.
El acuerdo es ambicioso. Google se compromete a adquirir la mayor parte de la energía producida durante los próximos 25 años, destinada principalmente a abastecer sus centros de datos dedicados al entrenamiento de modelos de inteligencia artificial. Este enfoque estratégico responde a una nueva realidad la computación de alto rendimiento requiere cantidades masivas de energía, y la estabilidad que ofrece la energía nuclear la convierte en una opción atractiva frente a fuentes intermitentes como la solar o la eólica.
NextEra Energy, por su parte, asumirá el control total de la planta tras comprar las participaciones de sus socios locales. El plan incluye una reconstrucción integral de los sistemas críticos, con especial énfasis en modernizar la seguridad y cumplir con los rigurosos estándares de la Comisión Reguladora Nuclear (NRC). El objetivo es claro obtener una nueva licencia de operación tras una inspección exhaustiva, lo que garantizaría no solo la viabilidad técnica sino también la confianza regulatoria.
Este movimiento encaja en una tendencia más amplia. Duane Arnold no está sola. Junto a ella, otras plantas como Palisades en Michigan y Three Mile Island en Pensilvania están siendo rescatadas del cierre definitivo. Microsoft ya firmó un acuerdo con Constellation Energy para reactivar Three Mile Island, con previsiones de operación en 2028. Mientras tanto, Amazon colabora con Dominion Energy en el desarrollo de reactores modulares pequeños (SMR) en Virginia, una tecnología que promete mayor flexibilidad y menor impacto ambiental.
Reabrir una planta existente es más rápido y más barato que construir una nueva desde cero, señalan analistas citados por el Financial Times. Esta ventaja económica y temporal es clave en un contexto donde la demanda de energía crece exponencialmente. Google también ha apostado por los SMR, anunciando en 2023 una alianza con Kairos Power para construir siete reactores antes de 2030, con una capacidad conjunta de 500 megavatios. Estos reactores permiten instalar plantas cerca de los centros de consumo, reduciendo así las pérdidas y costes asociados al transporte eléctrico.
El impulso no proviene solo del sector privado. OpenAI envió un mensaje claro a la Casa Blanca al solicitar un compromiso para construir 100 gigavatios de nueva capacidad energética cada año. En su comunicado, recordaron que China añadió 429 gigavatios en 2024, mientras que Estados Unidos apenas alcanzó los 51. Una brecha que, según el propio OpenAI, pone en riesgo la competitividad tecnológica del país. En un giro simbólico, concluyeron Los electrones son el nuevo petróleo.
"Duane Arnold tiene el mismo diseño que los reactores que se fundieron en Fukushima en 2011", dijo Edwin Lyman, físico del Union of Concerned Scientists, en el Financial Times.
"Sufrió daños significativos, incluidas sus torres de enfriamiento, durante el derecho de 2020".
Las voces críticas no han faltado. Lyman advierte que, hasta que no se conozca una estimación realista del coste de reconstrucción y se ofrezcan garantías sólidas sobre la seguridad, no será posible determinar si la planta puede generar electricidad asequible. El Sierra Club, por su parte, cuestiona la edad del reactor, el estado de degradación de sus componentes y el manejo de los residuos radiactivos, recordando que la longevidad de una infraestructura no debe confundirse con su idoneidad técnica o ambiental.
La reactivación de Duane Arnold simboliza mucho más que un proyecto energético. Es un reflejo de la tensión entre la urgencia tecnológica y la responsabilidad ambiental. Mientras las grandes tecnológicas buscan asegurar su futuro energético, la sociedad debe preguntarse hasta dónde está dispuesta a llegar por una computación más potente. La energía nuclear vuelve a estar en el centro del debate, no por su pasado, sino por su posible papel en el futuro digital.
En este escenario, Duane Arnold se convierte en un laboratorio de decisiones complejas. Entre la promesa de energía limpia y abundante, y los fantasmas de Fukushima y Chernóbil, la pregunta no es solo si podemos reabrir una central nuclear, sino si debemos hacerlo, y bajo qué condiciones. La respuesta determinará no solo el futuro de una planta, sino el rumbo energético de una nación en plena transformación digital.