Imagina un centro de datos flotando en el espacio, orbitando a 650 kilómetros de la Tierra, con decenas de satélites conectados entre sí mediante destellos de luz láser. No es ciencia ficción. Es el futuro que Google ya está diseñando con un proyecto llamado Suncatcher.
El cielo ya no es el límite
En 2027, Google podría lanzar los primeros satélites prototipo de Suncatcher. La meta es ambiciosa crear constelaciones de cientos de satélites en órbita baja, cada uno equipado con sus potentes TPUs, esas unidades de procesamiento especializadas que han impulsado el auge de la inteligencia artificial en los últimos años. Pero esta vez, no estarán refrigerados con agua en un edificio industrial de Nevada. Estarán en el vacío del espacio.
Estos satélites no irán solos. Deberán mantener una separación precisa de entre 100 y 200 metros para que los enlaces ópticos láser funcionen. Es como si una red de cerebros artificiales se comunicara con destellos de luz, en silencio, a miles de kilómetros por hora.
"Esperamos tener TPUs en el espacio en 2027"
La carrera por el cloud cósmico
Google no es el único que mira al cielo. Elon Musk con SpaceX y Jeff Bezos con Blue Origin y Amazon Web Services tienen cohetes reutilizables, lanzamientos frecuentes y una visión compartida el espacio como nueva frontera del cómputo. Google podría convertirse en cliente clave, aprovechando su capacidad de lanzamiento.
Pero la competencia no está solo en la órbita. Sam Altman, cofundador de OpenAI, también está en la pista busca comprar Stoke Space, una startup de cohetes reutilizables con el mismo objetivo de construir centros de datos espaciales. Y Nvidia, el gigante de las GPU, colabora con Starcloud para lanzar sus H100 y construir un clúster orbital de 5 gigavatios. Cinco mil millones de vatios de potencia computacional flotando sobre nuestras cabezas.
Eric Schmidt, ex-CEO de Google, dio un paso más radical compró Relativity Space, una empresa que fabrica cohetes mediante impresión 3D, con el mismo fin. No es una inversión más. Es una apuesta por redefinir dónde y cómo se procesa la información del mundo.
¿Por qué ir al espacio?
La pregunta es obvia. ¿Para qué llevar centros de datos al espacio si ya tenemos enormes instalaciones en Tierra? Una parte de la respuesta está en la energía. En órbita, los paneles solares pueden captar luz sin interrupciones no hay noche, no hay nubes. Un satélite puede estar alimentado 24 horas al día, 7 días a la semana.
Pero hay otro factor clave el coste de lanzamiento. Google estima que a mediados de la década de 2030, el precio por kilo podría caer de varios miles de dólares a solo 200 dólares. Si eso ocurre, el coste de lanzar y operar un centro de datos espacial podría ser comparable al gasto energético de uno terrestre. Y eso cambia todo.
Además, Amazon prevé que en 20 años habrá centros de datos gigantescos en el espacio, utilizando Blue Origin para reducir costes. Elon Musk ha sugerido que incluso una actualización de firmware podría convertir a los satélites de Starlink en nodos de cómputo. No harían falta nuevos satélites, solo una nueva forma de usar los que ya están ahí.
Los retos del vacío
El espacio no es un entorno amigable. La radiación, las temperaturas extremas, la falta de gravedad. Google lleva años probando cómo resisten sus TPUs, especialmente componentes sensibles como la memoria HBM. Aunque el hardware funcione, la radiación puede corromper datos o acortar la vida útil de los circuitos.
También está el tema de la logística. Si un satélite falla, no puedes enviar a un técnico con destornillador. Todo debe ser autónomo, autodiagnosticable, autorreparable. Y si hay que reemplazarlo, otro cohete debe estar listo para subir con la pieza de repuesto.
El verdadero desafío no es la tecnología, sino la escalabilidad. Construir un par de satélites prototipo es un paso. Crear una constelación estable, segura y rentable es otra historia.
Una nueva era del cómputo
La visión de Sundar Pichai, CEO de Google, es clara en una década, los centros de datos extraterrestres podrían ser la norma. No como excepción, sino como parte del sistema global de inteligencia artificial.
¿Qué significaría eso para nosotros? Menor latencia en servicios globales. Una nube más rápida, más eficiente, menos dependiente de cables submarinos y torres terrestres. Pero también más centralizada, más controlada por unas pocas empresas tecnológicas que dominan el espacio.
El cielo, alguna vez símbolo de libertad e infinito, podría convertirse en el próximo campo de batalla del poder digital. Y mientras tanto, los satélites de Suncatcher ya están en diseño, preparándose para iluminar el futuro con luz láser.