En pleno diciembre de 2025, mientras muchas familias ajustan los presupuestos navideños, una noticia sacudió el mundo del comercio digital Instacart anunció que deja atrás una práctica que parecía salida de una película de ciencia ficción. Ya no permitirá que sus minoristas usen inteligencia artificial para probar diferentes precios en productos idénticos dentro de la misma tienda. Una decisión que llega tras una ola de críticas, investigaciones oficiales y un profundo cuestionamiento sobre hasta qué punto la tecnología puede jugar con lo más cotidiano el precio de la leche o del pan.
La prueba que cruzó una línea
La herramienta responsable de esta polémica se llama Eversight. La adquirió Instacart en 2022 por 59 millones de dólares con el objetivo de ayudar a los supermercados a optimizar sus precios. Pero lo que en teoría era un sistema de mejora operativa se convirtió en un experimento invisible para el consumidor. Un estudio conjunto publicado a principios de diciembre reveló que el mismo artículo podía tener precios distintos en la misma tienda, dependiendo de factores que no estaban claros para el comprador.
Un cliente podría ver una botella de aceite a 5,99 euros mientras otro, minutos después, la ve a 6,20. No por descuento, no por promoción, sino por un algoritmo probando precios. Y esto no afectó a un solo producto. El estudio mostró que el costo total de una misma canasta de la compra varió hasta un 7 %. En cifras anuales, eso puede traducirse en más de 1 000 dólares adicionales pagados por familias que creían estar comprando de forma transparente.
"Las pruebas que realizamos con un pequeño número de socios minoristas que resultaron en precios diferentes para el mismo artículo en la misma tienda no acertaron con algunos clientes."
La promesa rota del precio justo
Instacart se construyó sobre una promesa clara comodidad, transparencia y asequibilidad. Su app se convirtió en un salvavidas para quienes no tienen tiempo para ir al supermercado, especialmente durante la pandemia. Pero cuando los precios empiezan a fluctuar sin aviso, en productos idénticos y dentro del mismo establecimiento, esa promesa se tambalea.
La empresa insiste en que los precios los fijan los minoristas, no ellos directamente. Pero al ofrecer herramientas como Eversight, Instacart facilitó un sistema donde la experimentación con precios se volvió invisible. Y eso genera desconfianza. ¿Cómo saber si estás pagando lo justo? ¿O si estás siendo parte de un ensayo sin tu consentimiento?
La FTC, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, ya no lo ve como un simple malentendido. Envío una demanda civil de investigación a la compañía. Y semanas antes, Instacart fue obligada a pagar 60 millones de dólares en reembolsos por otras prácticas cuestionadas suscripciones engañosas, anuncios de "satisfacción garantizada" sin cumplirse y procesos poco claros en la facturación.
Instacart negó cualquier mala conducta. Aseguró que las pruebas con precios no usaron datos personales, ni demográficos, ni información individual de los usuarios. Pero eso no calma las inquietudes. No hace falta conocer tu nombre para que un algoritmo te cobre más. Basta con patrones de comportamiento, horarios de compra o incluso la velocidad con la que añades productos al carrito.
¿Dónde termina la innovación y empieza la manipulación?
Este caso no es solo sobre Instacart. Es un espejo de una tendencia más amplia el auge del dynamic pricing, el ajuste dinámico de precios impulsado por IA. Ya lo vemos en aerolíneas, en plataformas de alojamiento y ahora, en los supermercados. Pero hay una diferencia clave. Nadie espera que el precio de un vuelo sea fijo. En cambio, esperamos que el detergente tenga un precio claro y estable.
La tecnología puede mejorar la logística, reducir desperdicios y ayudar a los minoristas a competir. Pero cuando se usa para probar precios en productos básicos, entra en conflicto con un valor fundamental la equidad. Pagar más por lo mismo no es innovación. Es desconfianza disfrazada de progreso.
Y hay un contexto social que no se puede ignorar. En 2025, la inflación sigue siendo una sombra para muchos hogares. Cada dólar cuenta. Que un sistema algorítmico añada incertidumbre al carrito de la compra es un lujo que la gente no puede permitirse.
Un giro en el camino
La decisión de desactivar inmediatamente las pruebas de precios con IA es un giro significativo. Tal vez demasiado tarde para recuperar completamente la confianza. Pero envía un mensaje hay límites. No todas las herramientas tecnológicas deben usarse solo porque pueden usarse.
Instacart aprendió, a costa de millones en multas y reputación, que la transparencia no es un detalle. Es el cimiento. Y en un mundo donde los algoritmos deciden cada vez más, los humanos deben seguir teniendo la última palabra sobre lo que pagan por lo esencial.