Hace apenas unos años, un peluche que hablara, respondiera preguntas o reconociera tu rostro habría parecido ciencia ficción. Hoy, está a la venta en China por menos de 50 euros. Smart Hanhan, el muñeco de Huawei con pantallas en los ojos y asistente inteligente integrado, es solo uno más en una creciente ola de juguetes con inteligencia artificial que prometen entretener, educar y acompañar a los niños. Pero detrás de la sonrisa digital de estos dispositivos, hay preguntas mucho más serias. ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por la novedad?
Cuando el juguete te mira a los ojos
Smart Hanhan no es un simple parlanchín. Tiene cámaras, micrófonos, conexión a internet y una inteligencia artificial llamada Xiaoyi que aprende del niño con el que interactúa. Habla, responde, adapta sus respuestas. Y todo ello mientras recopila datos. Muchos datos. Y no es un caso aislado. En California, Grok, un juguete desarrollado por Curio Interactive, usa la voz de la cantante Grimes para hablar con niños desde los tres años. En España, aunque aún sin IA avanzada, juguetes como AIRO de Clementoni, Lexibook Powerman o Planet Robert se anuncian como inteligentes, aprovechando el halo tecnológico para captar la atención de padres e hijos.
Pero la palabra inteligente puede ser engañosa. No porque no haya tecnología, sino porque lo que realmente importa no es el algoritmo, sino lo que hace con lo que ve y oye. Estamos ante juguetes que escuchan, observan y aprenden del comportamiento infantil en el entorno más privado el hogar. Y eso, advierte Borja Adsuara, jurista especializado en derecho digital, no es neutral.
"¿Qué reducto de intimidad les va a quedar a los niños?"
- Borja Adsuara, jurista experto en derecho digital
La pregunta no es retórica. Los datos que recogen estos dispositivos tono de voz, expresiones faciales, rutinas, preferencias no son como los que compartimos en redes sociales. Son datos de menores, especialmente sensibles, y su uso indebido puede afectar no solo a la privacidad, sino al desarrollo emocional y cognitivo del niño. El verdadero peligro no está en la inteligencia artificial, sino en la huella digital que los más pequeños dejan sin entenderlo.
¿Emociones bajo control?
Algunos sistemas ya van más allá. En China, por ejemplo, se utilizan cámaras en aulas para analizar si los alumnos están atentos, aburridos o cansados. La tecnología de detección de emociones, aunque cuestionada científicamente, ya está en funcionamiento. Y eso preocupa.
Hoy hablamos de emociones, mañana hablaremos de pensamientos
- Borja Adsuara, jurista experto en derecho digital
La frase suena a ciencia ficción distópica, pero el camino ya está marcado. En Europa, la detección de emociones mediante cámaras está expresamente prohibida, al menos por ahora. Pero el vacío regulatorio en muchos otros aspectos de la IA aplicada a menores es evidente. El Reglamento (UE) 2024/1689 no menciona juguetes, pero sí clasifica usos de alto riesgo. Y según Adsuara, los juguetes con IA encajan claramente en esa categoría.
¿Por qué? Porque no solo recogen datos, sino que los usan para influir. Un muñeco que adapta sus respuestas según tu estado de ánimo no es neutral. Es un agente de interacción que moldea la experiencia del niño, muchas veces sin que nadie sepa cómo, cuándo ni con qué fin.
El cerebro que se desconecta
María Jesús Luque, especialista en neuropsicología, educación y aprendizaje, va más allá. Para ella, el problema no es solo ético o legal. Es neurológico. La interacción constante con dispositivos altamente dinámicos que responden al instante, que anticipan necesidades, que entretienen sin esfuerzo disminuye la capacidad de atención sostenida del niño.
Y eso tiene consecuencias profundas. La atención no es solo sobre estar callado en clase. Es la base de la memoria, del lenguaje, del pensamiento crítico. Cuando un juguete responde antes de que el niño termine de pensar, cuando anticipa lo que quiere sin que tenga que formularlo, algo esencial se pierde.
El niño no tiene que poner en marcha esa capacidad
- María Jesús Luque, especialista en neuropsicología, educación y aprendizaje
Luque lo dice sin rodeos si no entrenas la atención, la memoria y el lenguaje, es muy difícil analizar un mensaje, un argumento o incluso tu propio pensamiento. Y en un mundo cada vez más saturado de información, esa capacidad crítica no es un lujo. Es una herramienta de supervivencia.
El informe que encendió las alarmas
En 2025, el informe Trouble in Toyland, elaborado por el Public Interest Research Group (PIRG), reveló algo inquietante. Tres juguetes con IA Grok de Curio, Kumma de FoloToy y Miko 3 AI Robot ofrecieron información peligrosa o inapropiada a usuarios simulados como niños de cinco años.
Grok y Miko 3 dieron instrucciones sobre dónde conseguir fósforos, reflexionaron sobre la muerte en batalla o abordaron temas religiosos sin filtro. Kumma, peor aún, permitió que las conversaciones derivaran en contenidos sexuales explícitos y explicó cómo encontrar cuchillos, píldoras y fósforos. Sin controles parentales claros. Sin verificación de edad. Sin límites.
Estos no son fallos técnicos menores. Son vulnerabilidades estructurales en productos que se venden como seguros, educativos, divertidos. Y llegan a hogares donde los padres confían en que, al menos, el juguete no será una amenaza.
Los padres, el último filtro
Ante este panorama, la responsabilidad no puede recaer solo en las empresas. Ni siquiera solo en los legisladores. El Código Civil español es claro los padres tienen la obligación de velar por sus hijos, también en lo digital.
Un entorno digital puede ser más peligroso
- Borja Adsuara, jurista experto en derecho digital
Y no solo por los riesgos evidentes como el acoso o el contenido inapropiado, sino por amenazas más sutiles la manipulación emocional, la erosión de la atención, la normalización de la vigilancia. Por eso, Luque insiste en un punto clave la IA no debería usarse sola por los niños. Siempre que usen un juguete inteligente, deben estar los padres.
Siempre que usen el juguete, deben estar los padres. Así ya no solo van a generar un mejor uso, sino en favorecer el vínculo entre el niño con la familia
- María Jesús Luque, especialista en neuropsicología, educación y aprendizaje
La presencia adulta no es un freno al progreso. Es una condición para que la tecnología sirva, en lugar de sustituir. Porque al final, lo que un niño necesita no es un muñeco que piense por él, sino personas que le ayuden a pensar por sí mismo.