Más de un billón en inversiones dependen de que ChatGPT no falle

OpenAI no es una startup cualquiera. Tiene más de un billón de dólares en compromisos de inversión, todos pendientes de que la IA generativa cumpla con las expectativas.

22 de diciembre de 2025 a las 07:55h
si openai cae no sera un ajuste sera un terremoto
si openai cae no sera un ajuste sera un terremoto

En pleno apogeo de la carrera por la inteligencia artificial, Sam Altman se encuentra en el centro de una tormenta silenciosa. No es solo el CEO de OpenAI, una empresa valorada en medio billón de dólares y que sigue subiendo; es también una figura simbólica, el rostro de una promesa tecnológica que ya no puede permitirse fallar. Detrás de cada actualización de ChatGPT, de cada anuncio de inversión, late una presión creciente mantener el liderazgo frente a rivales que no solo copian sino que aceleran.

El peso del liderazgo

OpenAI no es una startup cualquiera. Tiene más de un billón de dólares en compromisos de inversión, todos pendientes de que la IA generativa cumpla con las expectativas. Pero el mercado no perdona. Google, con su nueva versión de Gemini, ha puesto sobre la mesa una realidad incómoda el tiempo de ventaja no dura para siempre. Tras el lanzamiento de Gemini 3, The Wall Street Journal reveló que Altman redirigió urgentemente los esfuerzos de la empresa hacia la mejora de ChatGPT y sus modelos subyacentes. Ya no se trata solo de innovar, sino de sobrevivir.

Paul Kedrosky, investigador del MIT, lo dijo sin rodeos.

"Subestimar su rol individual sería un grave malentendido de lo que está ocurriendo en el mercado"

- Paul Kedrosky, investigador del MIT

Su comentario no es solo un elogio, es una advertencia todo el ecosistema de la IA parece girar en torno a una sola empresa y a una sola persona. Pero ese liderazgo tiene un precio. Los costes se disparan, la guerra por el talento se ha vuelto feroz y la estrategia de consumo de OpenAI vender una IA al público general genera más preguntas que certezas.

El colapso silencioso de las garantías invisibles

Mientras tanto, en los bastidores de esta batalla tecnológica, ocurre algo que pocos notan pero que podría cambiarlo todo los chips. NVIDIA domina el mercado de semiconductores para IA, y esos chips no solo son herramientas, son activos. Funcionan como garantía para miles de millones en préstamos. Si la demanda de IA se desinfla, si OpenAI tropieza, esos chips perderían valor. Y con ellos, el colateral de enormes operaciones financieras.

Microsoft y Meta ya están comprando chips en masa, no porque los necesiten hoy, sino por miedo a quedarse atrás. Es una carrera de armamentos digitales, donde quien tiene más GPU tiene más poder. Pero también más riesgo. Un solo tropiezo en la adopción de la IA podría desencadenar una cadena de efectos en valoraciones, inversiones y proyectos congelados.

¿Demasiado grande para quebrar?

En medio de este escenario, Sarah Friar, directora financiera de OpenAI, encendió una mecha incómoda al mencionar la posibilidad de un respaldo federal. La idea suena absurda, pero no es nueva. En 2008, bancos fueron rescatados porque eran "demasiado grandes para quebrar". Hoy, algunos se preguntan si OpenAI podría estar en la misma categoría.

Altman respondió con contundencia en redes sociales, negando cualquier ayuda estatal.

"Si la fastidiamos y no podemos arreglarlo, deberíamos quebrar. Otras empresas continuarán haciendo buen trabajo y atendiendo a clientes. Así funciona el capitalismo"

- Sam Altman

Es una declaración que suena noble, incluso estoica. Pero también reveladora. Porque nadie cree que, si OpenAI cae, el capitalismo seguirá su curso sin consecuencias. El colapso de una empresa así no sería un simple ajuste de mercado sería un terremoto tecnológico.

El futuro sobre hielo

Lo que está en juego ya no es solo el futuro de una compañía, sino la confianza en todo un sector. Si OpenAI no logra demostrar que la IA es rentable, útil y sostenible, los inversores podrían concluir que todo fue una burbuja. Y cuando eso ocurre, el dinero se retira, los proyectos se cancelan, los laboratorios cierran. La historia está llena de promesas tecnológicas que brillaron un instante y luego se apagaron.

Altman sabe que está al borde. Y también sabe que, en este juego, no basta con ser el primero. Hay que ser el que dure.

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