El ecosistema tecnológico mundial ha puesto su mirada sobre Meta. En una maniobra tan ambiciosa como llamativa, la compañía de Mark Zuckerberg está desplegando una estrategia que busca atraer a los mejores cerebros en inteligencia artificial, ofreciendo sueldos que rara vez se han visto en el sector. Hablamos de paquetes totales que pueden situarse entre 10 y 100 millones de dólares, en su mayor parte compuestos por acciones y distribuidos a lo largo de cuatro años. Dirigida especialmente a talentos que actualmente trabajan en gigantes competidores como OpenAI y Google, esta fórmula de incentivos busca no solo reclutar, sino también retener a expertos clave para construir el futuro de la empresa.
El plan apunta a formar un equipo de 50 referentes de la industria que sean el pilar de un nuevo laboratorio de superinteligencia dentro de Meta. La intención es clara: reponerse de varios golpes recientes, como los problemas técnicos de sus modelos Llama y la fuga de algunos de sus profesionales más importantes, y así intentar recuperar prestigio y peso en una competencia global donde cada avance cuenta. Para ello, Meta apuesta por una visión a gran escala en la que el talento es considerado su recurso estratégico más valioso.
Pero la ofensiva de Meta va mucho más allá de los contratos millonarios. La compañía planea invertir 15.000 millones de dólares en la compra del 50 por ciento de Scale AI. El objetivo es claro, seducir a Alexandr Wang, su CEO, quien además de estar muy bien conectado a nivel político, mantiene una relación cercana con Zuckerberg. Este movimiento busca reforzar la posición de Meta y aumentar su influencia en los sectores más estratégicos de la inteligencia artificial.
Desde la aparición de ChatGPT, Meta ha vivido horas bajas en el ámbito de la inteligencia artificial. Muchos expertos coinciden en que la empresa ha perdido relevancia, víctima tanto de sus propias dificultades técnicas como de episodios polémicos, incluyendo acusaciones sobre la manipulación de benchmarks, algo que habría mejorado artificialmente las capacidades aparentes de sus modelos. Recuperar la confianza de los especialistas y la credibilidad ante el mercado será fundamental para la firma.
Esta agresiva estrategia encaja perfectamente con una tendencia emergente en la industria tecnológica. Las grandes corporaciones optan por comprar partes de startups con gran potencial o directamente fichar a sus figuras clave en lugar de adquirirlas en su totalidad. Con ello buscan two objetivos: acceder a tecnología puntera y evitar enredos regulatorios que podrían retrasar u obstaculizar operaciones de compra más tradicionales.
No obstante, existe un claro riesgo en la ecuación. Ni los sueldos mareantes ni las promesas de acciones garantizan el éxito, especialmente en una empresa como Meta, conocida por su ambiente laboral a veces complicado y exigente. Si bien el dinero es un poderoso reclamo, muchos de los expertos ya disfrutan de excelentes condiciones en sus trabajos actuales, lo que obliga a Meta a demostrar su capacidad para motivar y gestionar a estos profesionales.
Todo esto ocurre bajo la sombra de un interrogante que ya se hace recurrente en la propia industria y entre los inversores. Nadie olvida las enormes cantidades que Meta ha dedicado a proyectos como el Metaverso, que, por el momento, no han dado los frutos esperados. La pregunta sobre si Zuckerberg logrará transformar esta nueva apuesta en éxito o si asistiremos a otro capítulo de expectativas incumplidas sigue en el aire, marcando el pulso de la batalla por el futuro de la inteligencia artificial.