Hay frases que suenan a sentencia, como piedras arrojadas al estanque de la economía global. Una de ellas fue pronunciada recientemente en Madrid por Tano Santos, catedrático de Finanzas en la Universidad de Columbia, y resonó con fuerza entre quienes miran más allá del día a día del mercado "el auténtico riesgo es quedarse fuera del mercado". No es un grito de optimismo ciego, sino una advertencia técnica, casi una advertencia ética para quien ahorra, invierte o simplemente quiere comprender hacia dónde se mueve el mundo del dinero.
Menos empresas, más poder concentrado
Los mercados no son lo que eran. En Estados Unidos, el número de empresas cotizadas ha caído de más de 5.000 a poco más de 3.000. Esa cifra no solo cuantifica una pérdida de diversidad; también habla del cierre de oportunidades. "Gran parte de las oportunidades de inversión más atractivas se quedan en círculos muy reducidos por una combinación de factores", señaló Santos. Hoy, muchas empresas deciden quedarse fuera de la bolsa, financiándose en fondos privados o mediante capital riesgo. El acceso se estrecha. Y eso, para el inversor medio, es como tener un mapa del tesoro, pero sin llave para la puerta.
El gigante de silicio
En este nuevo mapa, hay una figura que domina el paisaje Nvidia. No es solo una empresa más del sector tecnológico. Es un coloso. Su capitalización bursátil representa ahora alrededor del 15 % del PIB estadounidense. Para ponerlo en perspectiva, empresas como General Electric, Microsoft o Exxon nunca superaron el 3 % o 4 %.
"Hoy Nvidia representa alrededor del 15 % del PIB estadounidense en capitalización bursátil. Nunca habíamos visto algo así" - Tano Santos, catedrático de Finanzas en la Universidad de Columbia
Esta concentración no es un hecho aislado. Es un síntoma. La economía estadounidense es extraordinariamente dependiente de esta apuesta tecnológica. Y detrás de ella, una revolución la inteligencia artificial. Pero esta no se construye con líneas de código en soledad. Requiere centros de datos, redes eléctricas, fábricas de semiconductores. Requiere cemento, acero, energía. Inversiones que miden en miles de millones y plazos que se miden en años.
La burbuja que no revienta (todavía)
¿Estamos en una burbuja? Santos no lo niega. "Hoy hay señales claras de procesos especulativos", admite. Pero añade algo clave también hay una demanda inelástica de activos. Fondos de pensiones, aseguradoras, universidades, todos necesitan invertir. Miles de millones. Y si no es en tecnología, ¿dónde? Esa necesidad estructural sostiene valoraciones altas durante mucho tiempo, más allá de los flujos de caja reales. La burbuja de las puntocom era ligera, de software, de ideas. Esta es pesada. Tiene pies de hormigón. Y por eso puede durar más. No estalla de golpe. Se desinfla, se transforma, se adapta.
Europa mira desde la orilla
Mientras, Europa mira. O más bien, se debate. "Europa tiene pendiente el desarrollo de mercados de capitales profundos y dinámicos. Somos economías muy bancarizadas", dijo Santos. Aquí, el ahorro va al banco. Allí, en Estados Unidos, va al mercado. Allí, los fondos de pensiones privados crean una demanda constante de renta variable. Aquí, no.
"Hoy, el ahorrador europeo está muy limitado. Hace falta una industria de gestión de activos potente, profesional y desligada del sistema bancario tradicional"
Es un mundo paralelo. En EE UU, los ciudadanos son inversores. En Europa, los ciudadanos son depositantes. Y hay una diferencia enorme entre tener un depósito a plazo y ser copropietario del futuro.
El peligro de volver atrás
En medio de este cambio, hay voces que piden frenar. Controles de precios, restricciones al comercio, incluso control de capitales. Santos se muestra preocupado "Me impresiona la ligereza con la que se vuelven a plantear ideas que sabemos que funcionan mal". Es como si, ante la incertidumbre, quisiéramos volver a un mundo más simple, más controlable. Pero ese mundo ya no existe.
"Estamos cerrando un mundo de comercio abierto que se construyó tras la Segunda Guerra Mundial"
Las cadenas globales se rompen, se relocalizan. La globalización no ha muerto, pero cambia de forma. Y con ella, las reglas del juego.
El fantasma de la deuda y el futuro de China
Otro fantasma ronda el sistema la deuda estadounidense. Si sigue creciendo, dijo Santos, "la tentación de diluirla vía inflación o devaluación del dólar estará ahí". No es una amenaza inminente, pero es una tentación estructural. El dólar es la moneda del mundo. Y cuando el emisor también es el deudor, las líneas se vuelven borrosas.
Y luego está China. Un país que creció abriendo espacios al mercado. "El mercado es una institución de información. Los precios señalan dónde deben ir los recursos. China ha crecido precisamente cuando ha permitido al mercado funcionar", afirmó Santos. Pero ahora viene la parte difícil llegar a los niveles de renta per cápita de los países desarrollados. Un reto enorme, con un modelo dependiente de las exportaciones y un reloj demográfico en contra. La población envejece. Se reduce. Y no hay tecnología que compense eso por completo.
El futuro, volátil y abierto
¿Qué nos espera? Volatilidad. Mucha. "Una volatilidad enorme. Hay demasiadas fuentes de incertidumbre tecnológica, geopolítica, monetaria", anticipa Santos. La inteligencia artificial no solo cambiará cómo trabajamos, sino quién gana, quién pierde, cómo se distribuyen las rentas. Sectores como la banca, la consultoría, el comercio, todos en juego. Todavía no sabemos cómo se redistribuirán las rentas.
El mensaje, en el fondo, es claro el mundo financiero ya no es un escenario secundario. Es el escenario. Y quedarse fuera no es prudencia. Es riesgo.