Cuando pensamos en inteligencia artificial, solemos imaginar máquinas del futuro, algoritmos invisibles o interfaces de voz que responden a nuestras preguntas. Pero detrás de esas respuestas, muchas veces hay algo muy humano trabajo ajeno. Trabajo que no siempre ha sido autorizado ni recompensado. Esa es la raíz del nuevo enfrentamiento entre uno de los periódicos más influyentes del mundo y una startup que representa la vanguardia tecnológica.
La batalla por los derechos de autor en la era de la IA
The New York Times ha presentado una demanda contra Perplexity, una empresa emergente de inteligencia artificial fundada en 2022. La acusación es clara Perplexity habría copiado y distribuido contenido protegido por derechos de autor del periódico sin permiso, utilizando artículos, vídeos, podcasts y otros materiales para alimentar sus respuestas automatizadas.
Según la demanda, presentada en el distrito sur de Nueva York, los resultados generados por Perplexity son en muchos casos "idénticos o sustancialmente similares" a los textos originales del Times. Eso no es solo inspiración. Es, para el periódico, un caso de explotación directa del valor intelectual ajeno.
"Mientras creemos en el uso ético y responsable de la inteligencia artificial, objetamos firmemente el uso no autorizado de nuestro contenido para desarrollar y promocionar sus productos." - Graham James, portavoz de The New York Times
El conflicto no surge en el vacío. Es parte de una corriente más amplia la lucha por definir qué significa crear en la era de las máquinas que aprenden de todo lo que ya hemos creado. Y esta no es la primera vez que el Times planta cara. Ya tiene una demanda en curso contra Microsoft y OpenAI, también por el uso indebido de su contenido para entrenar modelos de inteligencia artificial.
¿Innovación o explotación encubierta?
Perplexity se presenta como una alternativa moderna a los motores de búsqueda tradicionales. En lugar de devolverte enlaces, te da directamente una respuesta. Pero para hacerlo, necesita datos. Muchos datos. Y esos datos, en muchos casos, proceden de textos protegidos por derechos de autor.
La empresa ha recaudado más de 1.500 millones de dólares, con inversores tan relevantes como IVP, New Enterprise Associates y Nvidia. Es un juguete caro, pero también uno que crece a costa de un debate ético que no puede ignorarse.
Jesse Dwyer, responsable de comunicación de Perplexity, no se achanta. Su respuesta tiene un tono histórico, casi desafiante
"Los editores han demandado a empresas tecnológicas nuevas durante cien años, empezando con la radio, la televisión, internet, las redes sociales y ahora la IA. Afortunadamente nunca ha funcionado, o todos hablaríamos de esto por telégrafo." - Jesse Dwyer, head of communication en Perplexity
Hay ironía en su frase, pero también una alerta. Cada revolución tecnológica ha chocado con los creadores. La imprenta desestabilizó a los escribas. La radio a los músicos. Internet, a todos. La pregunta que se repite en cada época es siempre la misma ¿hasta dónde llega el derecho a innovar sin pisar el trabajo ajeno?
El precio de la comodidad digital
Usamos herramientas de IA como si fueran fuentes neutras de conocimiento. Pero no lo son. Son espejos de lo que ya existe, entrenadas con libros, artículos, ensayos, entrevistas. Muchos de ellos escritos por personas que no han dado permiso para ese uso.
En septiembre, la startup Anthropic aceptó pagar 1.500 millones de dólares para resolver una demanda colectiva con autores que denunciaron que sus libros habían sido descargados ilegalmente desde bases de datos piratas. El mensaje es claro el acceso fácil al conocimiento no puede justificar la apropiación indebida.
Y el conocimiento no es gratuito. Detrás de cada artículo del Times hay periodistas, editores, fotógrafos, productores de podcast. Gente que investiga, verifica, redacta, arriesga. No son solo datos, son voces humanas con un costo.
La industria de la IA quiere que creamos que todo esto es inevitable. Que es el progreso. Pero el progreso no debería significar que unos pocos se enriquezcan con el esfuerzo de muchos sin compensación, reconocimiento ni diálogo.
- Perplexity se posiciona como una herramienta útil, rápida, precisa.
- Pero su modelo de negocio depende de contenido que no ha sido licenciado.
- El Times no busca frenar la innovación, sino exigir respeto.
- El precedente que se establezca aquí afectará a todos los creadores digitales.
Y aquí está la paradoja cuanto más inteligente se vuelve la máquina, más depende de la inteligencia humana que la precedió.
Quizá no hablemos por telégrafo, como bromea Dwyer. Pero si no resolvemos este conflicto con justicia, podríamos acabar en un futuro donde ya nadie tenga incentivos para crear contenidos de calidad. Y entonces, ¿de qué aprenderán las máquinas?