Sam Altman, CEO de OpenAI: “Nunca ha habido un momento más increíble para crear algo totalmente nuevo"

12 de agosto de 2025 a las 11:08h
Actualizado: 12 de agosto de 2025 a las 12:04h
Sam Altman OpenAI
Sam Altman OpenAI

Sam Altman, CEO de OpenIA, oráculo y arquitecto de nuestro presente hiperconectado, sostiene que "Nunca ha habido un momento más increíble para crear algo totalmente nuevo" - declaraciones que realizó en su paso por el podcast de Cleo Abram.

La tecnología, embriagada de sí misma, parece haber tendido la alfombra roja a una generación dispuesta a fundar imperios desde el fondo de un dormitorio compartido. La épica fundacional del emprendedor solitario reverbera en cada rincón del discurso tecnoutópico y alimenta un optimismo unánime y sospechosamente uniforme.

Hoy, la democratización de herramientas avanzadas es el nuevo dogma. Se nos dice que las barreras de entrada han caído, que cualquiera es capaz de inventar, crear y pilotar una empresa con el simple impulso de una visión y algo de conocimiento técnico. Atrás quedan los días en los que levantar una startup exigía inversores, oficinas y ejércitos de ingenieros. Ahora, basta con una buena idea y la capacidad de afinar prompts en interfaces que prometen hacer el resto por nosotros.

El mito del unicornio solitario

La narrativa dominante afirma que, hoy por hoy, una sola persona puede fundar una compañía valorada en más de mil millones de dólares. La tecnología, antes privilegio de corporaciones y agencias estatales, se viste ahora de herramienta emancipadora. El acceso que antes era un lujo reservado a quienes sabían infiltrarse en las élites, parece haberse universalizado. Un ordenador portátil equivale a la caja de herramientas que, en la mitología, concede el poder de crear valor de la nada.

Y sin embargo, hay sombras que se deslizan entre las grietas de esta ilusión colectiva. El acceso es verdad, pero no es total. La barrera se ha desplazado, no ha desaparecido. La meritocracia tecnológica exige más que ideas demanda capital simbólico, redes, educación y una suerte de alfabetización que sigue estando lejos de ser equitativa.

Inteligencia artificial la nueva frontera del poder

Los avances en inteligencia artificial prometen multiplicar exponencialmente el impacto de quien domine el lenguaje de la máquina. Algoritmos que suplantan equipos completos, automatizando tareas antes necesarias para hacer funcionar cualquier negocio. La IA no solo optimiza, sino que redefine el significado de la productividad a costa de desplazar trabajos, concentrar datos y reproducir sesgos invisibles que nadie está obligado a auditar.

El presente habría sido inimaginable hace apenas una década. Los discursos celebratorios subrayan la explosión de oportunidades, pero omiten con disimulo los efectos secundarios del proceso. Los productos y servicios de alto impacto global se diseñan y lanzan al mercado con menos recursos humanos, desde geografías antes periféricas. La accesibilidad es incuestionable, pero la concentración de poder es igualmente innegable.

La trampa de la accesibilidad de la IA

Este momento, vendido como el más favorable de la historia, bendice a quienes dominan el nuevo idioma de la innovación. Pero en los márgenes de esta fiesta, millones de personas quedan fuera del relato. La infraestructura tecnopolítica de este presente depende de la precariedad de cuerpos y mentes a kilómetros de distancia. El acceso masivo a la tecnología no elimina las desigualdades estructurales, las redibuja bajo nuevas apariencias. El precio que pagamos por el brillo democratizador de la inteligencia artificial es una opacidad creciente una red de intereses y dependencias que nadie conoce en profundidad, y que casi nadie está interesado en desenmascarar.

  • La democratización de la tecnología reduce barreras, pero también redefine quiénes quedan dentro y quiénes fuera del sistema.
  • La concentración de poder se esconde tras la promesa redentora de acceso universal y multiplica las desigualdades silenciosas.
  • Innovar ya no es un lujo de unos pocos, pero tampoco es el triunfo horizontal que nos cuentan.

Nunca hemos tenido más herramientas a nuestro alcance, pero nunca resultó más necesario preguntarnos a quién sirve realmente este acceso y quién vigila a quienes dictan las nuevas reglas del juego. Bajo la superficie de la oportunidad universal, se agazapan nuevas formas de exclusión y viejos patrones de hegemonía, reciclados bajo el barniz luminoso de la innovación.

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