Qué sucede cuando padres e hijos crean juntos usando inteligencia artificial

Curiosity Craft no es una aplicación. No es un curso empaquetado, ni una pedagogía en formato PDF. Es una actitud.

27 de agosto de 2025 a las 11:25h
que sucede cuando padres e hijos crean juntos usan IA
que sucede cuando padres e hijos crean juntos usan IA

En una cocina de Bolonia, una niña de nueve años hojeaba un cuaderno lleno de dibujos y frases sueltas. Quería hacer algo especial para el cumpleaños de una amiga, algo que tuviera su sello, su voz. Pero no se le ocurrían las palabras. Entonces, miró a su padre y le preguntó si podían pedirle ayuda a una máquina. No a cualquiera: a ChatGPT. Su padre, Massimo Scapini, consultor y emprendedor educativo, no dudó. Abrió la aplicación, y juntos escribieron un poema. No fue un acto mecánico, sino una conversación. Primero, la niña dijo qué quería expresar. Luego, revisaron lo que la inteligencia artificial proponía. Y después, lo corrigieron. Lo humanizaron. Aquella tarde, no solo nació una tarjeta de cumpleaños. Nació una metodología: Curiosity Craft.

Massimo no era un extraño en el mundo de la educación digital. Su anterior startup ya había llegado a más de cien mil alumnos. Pero con el tiempo, fue notando un patrón inquietante: más pantallas, más gamificación, menos aprendizaje. Las herramientas prometían revolucionar el aula, pero muchas veces solo entretenían. “Las herramientas no reemplazan el aprendizaje, pero cambian el punto de entrada”, dice. Y ese matiz es clave. No se trata de demonizar la tecnología, ni de rendirse a ella. Se trata de rediseñar la relación que tenemos con la IA.

El error de la bruja y la verdad de los libros

Un episodio revelador llegó durante la preparación de una canción y un video para una visita escolar a Salem, Iowa. La niña pidió a la IA que generara una imagen de una bruja quemada en la hoguera. La máquina obedeció. Pero la niña, tras verla, exclamó: “¡Eso no ocurrió!”. Sabía, por haber leído libros de historia, que en Salem no hubo hogueras. Las ejecuciones se hicieron en la horca o mediante prisión. Aquella corrección no fue un acto de pedantería, sino de conciencia crítica alimentada por fuentes primarias. La inteligencia artificial había fallado. Pero la niña, gracias al diálogo, al contraste y a la lectura, había aprendido más que si todo hubiera sido correcto desde el principio.

Curiosity Craft. Una actitud, no una APP

Curiosity Craft no es una aplicación. No es un curso empaquetado, ni una pedagogía en formato PDF. Es una actitud. Una pregunta que se repite como un mantra: ¿qué podemos construir juntos con esta nueva herramienta? Es un llamado a la coautoría, al trabajo conjunto entre humanos y máquinas. El objetivo no es delegar, sino amplificar. Como resumen una declaración conjunta de tres padres y educadores, Aníbal, Javier y Garcí: el poder de la IA no está en delegar, sino en aumentar.

  • Definir un dispositivo con límites claros. En casa de Massimo, usan un viejo iPhone con solo una app: ChatGPT.
  • Elegir proyectos donde el niño o la niña sea el autor: tarjetas, canciones, historias, juegos.
  • Usar libros y fuentes primarias para verificar, comparar y aprender a cuestionar.
  • Pedirle a la IA que contradiga, que desafíe, que explique de otra forma.

Estas recomendaciones no son reglas rígidas, sino semillas. Cada familia puede adaptarlas, probarlas, romperlas. Lo importante es mantener viva la curiosidad, ese impulso natural que los sistemas educativos muchas veces sofocan. Curiosity Craft también se aplica a los adultos. Primero, un ejercicio lúdico. Luego, probar herramientas libremente. Finalmente, diseñar procesos y decisiones realistas. Es un camino de despertar, de experimentar, de redefinir.

El juego infinito de aprender

Massimo Scapini recuerda una frase que guía su trabajo: “los juegos finitos se juegan para ganar; los infinitos, para seguir jugando”. La educación, insiste, debe ser un juego infinito. No se trata de aprobar exámenes, sino de mantener viva la llama del aprendizaje. Y frente a la polarización entre tecno-optimistas y tecno-catastrofistas, él propone una vía distinta: “Ni prohibir ni rendirse. Diseñar. Probar. Reflexionar. Crear. Como adultos. Como padres. Como equipos.”

La inteligencia artificial no desaparecerá. Los niños que hoy tienen 9 años no conocerán un mundo sin ella. Pero eso no significa que deban vivir sometidos a sus algoritmos. Significa que debemos acompañarlos, dialogar con ellos, construir con ellos. Porque al final, la tecnología no reemplaza la conversación, la imaginación y el juego humanos. Al contrario: cuando se usa con intención, los potencia. Y en esa intersección, entre lo digital y lo íntimo, entre la máquina y la mirada de una niña que corrige una imagen errónea, es donde nace el verdadero aprendizaje.

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