La carrera por el liderazgo en inteligencia artificial está alcanzando niveles nunca vistos, y ahora xAI, la start-up fundada por Elon Musk, se posiciona como uno de los actores más ambiciosos del tablero global. Lo que comenzó como un proyecto discreto ha evolucionado en una maquinaria financiera y tecnológica de dimensiones colosales, capaz de atraer miles de millones de dólares en capital y deuda. Según informaciones recientes, la empresa planea ampliar su ronda de financiación hasta alcanzar los 20.000 millones de dólares, superando con creces la meta inicial de 12.000 millones. Esta cifra no solo refleja la confianza de los inversores, sino también la escala descomunal de los planes que xAI tiene para el futuro de la inteligencia artificial.
Uno de los protagonistas más destacados de esta operación es Nvidia. La empresa líder en chips para inteligencia artificial inyectará 2.000 millones de dólares directamente en xAI. Pero la estructura de la ronda es particularmente innovadora. Bloomberg revela que el paquete se divide en 7500 millones de dólares en capital y 12500 millones en deuda. Apollo Global Management y Diameter Capital Partners están detrás de la emisión de deuda, mientras que Valor Capital lidera la colocación de nuevas acciones junto a Apollo. Este modelo financiero, que separa claramente capital y deuda respaldada por activos físicos, podría convertirse en una nueva norma en el sector tecnológico.
La valoración de xAI podría situarse cerca de los 200.000 millones de dólares, una cifra comparable a la de algunas de las empresas más grandes del mundo. Es un crecimiento explosivo para una compañía que, a principios de 2024, ya había recaudado alrededor de 10.000 millones de dólares entre capital y financiación de deuda. El ritmo de inversión responde a una realidad operativa xAI está gastando aproximadamente 1.000 millones de dólares al mes en su desarrollo. La demanda de capacidad computacional, entrenamiento de modelos y contratación de talento está impulsando este desembolso masivo.
Los fondos recaudados se destinarán principalmente a la adquisición de procesadores de Nvidia, que serán alquilados por un periodo de cinco años. Esta estrategia permite a xAI escalar su infraestructura sin asumir el riesgo completo de propiedad. Lo más llamativo es que la deuda emitida no está garantizada por la compañía en sí, sino por las GPU que adquiera. Este modelo de financiación basado en activos físicos puede marcar un antes y un después en cómo las tecnológicas gestionan su crecimiento, permitiendo mayor flexibilidad y reduciendo la exposición crediticia tradicional.
Ecosistema en torno a xAI
El ecosistema en torno a xAI también revela conexiones profundas con el resto del imperio de Elon Musk. SpaceX, otra de sus empresas, ha participado en rondas anteriores de financiación, lo que sugiere una integración estratégica entre sus proyectos. Además, Musk ha propuesto a los accionistas de Tesla que la fabricante de vehículos eléctricos invierta directamente en xAI. La propuesta será sometida a votación a finales de octubre, y si se aprueba, podría reforzar aún más los lazos entre sus empresas y acelerar el desarrollo de inteligencia artificial aplicable a vehículos autónomos y sistemas de control.
Mientras xAI acelera, el resto del sector no se queda atrás. OpenAI, su principal competidor, también ha cerrado acuerdos multimillonarios, incluyendo uno con AMD valorado en decenas de miles de millones de dólares, que podría incluir la compra de hasta un 10 por ciento del capital de la empresa de semiconductores. Además, en septiembre, Nvidia anunció un acuerdo con OpenAI que podría implicar una inversión de hasta 100.000 millones de dólares. Otro gigante, Oracle, firmó con OpenAI un pacto de 300.000 millones de dólares para proporcionar potencia computacional. En total, OpenAI ha acumulado este año acuerdos por un billón de dólares en capacidad de cómputo.
Con una capitalización bursátil que supera los 45 billones de dólares, Nvidia se ha consolidado como la empresa más valiosa del planeta.
Su papel ya no es solo el de proveedor tecnológico, sino el de actor central en la arquitectura de la inteligencia artificial global. Su influencia se extiende tanto a xAI como a OpenAI, convirtiéndose en el denominador común de la carrera por la superinteligencia.
En este contexto, la estrategia de xAI no es solo técnica, sino profundamente financiera. Estamos ante una nueva forma de construir empresas tecnológicas, donde la infraestructura se convierte en garantía y el capital fluye a escala industrial. La carrera no es solo por desarrollar el mejor modelo de IA, sino por asegurar los recursos necesarios para entrenarlo. La inteligencia artificial ya no se mide solo en algoritmos, sino en watts, gigaips y gigadólares.
El hecho de que empresas como SpaceX participen en estas rondas y de que se propongan inversiones cruzadas entre Tesla y xAI sugiere que Musk está construyendo un ecosistema integrado, donde el avance en IA potencie todos sus proyectos. La inteligencia artificial ya no es un producto paralelo, sino un eje transversal de su visión industrial y tecnológica. Y aunque aún no hay un producto comercial masivo de xAI, la magnitud de su inversión indica que algo importante se está gestando.
Frente a este escenario, surge una pregunta inevitable. ¿Hasta dónde puede llegar esta escalada financiera? Con valoraciones que rozan los 200.000 millones y acuerdos de cómputo que superan el billón de dólares, el sector de la inteligencia artificial está entrando en una nueva fase, donde la frontera entre tecnología, finanzas y poder global se desdibuja cada vez más. El futuro no solo será inteligente. Será carísimo.