Apple ha pospuesto el lanzamiento de su nueva versión de Siri hasta la primavera de 2026. No es solo un retraso técnico, sino el eco de una decisión estratégica profunda, casi íntima para una compañía que ha construido su reputación sobre el control absoluto de la experiencia del usuario. Esta nueva Siri, más inteligente, más fluida, más humana en su interacción, no nacerá de la nada ni será fruto exclusivo del trabajo interno. En su desarrollo hay un guiño inesperado al pasado y una alianza que suena a paradoja en el mundo de la tecnología Google.
Según revela el periodista Mark Gurman en un detallado reportaje, Apple ha optado por utilizar una versión personalizada del modelo de inteligencia artificial Gemini, desarrollado por Google, para impulsar las nuevas capacidades de su asistente virtual. Es una ironía del tamaño de un data center. La misma Google que en 2022 pagó cerca de 20.000 millones de dólares para que su buscador fuera la opción predeterminada en los dispositivos de Apple, ahora recibirá mil millones anuales a cambio de prestar parte de su cerebro artificial. El enemigo de ayer es hoy socio de tecnología avanzada.
Apple pagará 1.000 millones de dólares al año a Google por el uso Gemini en Siri
¿Cómo puede encajar esto con la obsesión de Apple por la privacidad? La respuesta está en la arquitectura. El modelo de Gemini no vivirá en los servidores de Google ni en los teléfonos de los usuarios, sino en infraestructuras en la nube privada de Apple. Esto significa que Google no tendrá acceso a los datos de los usuarios de Apple. No verá tus mensajes, tus notas ni tus preferencias personales. Solo presta el motor, pero no conduce el coche. Es como alquilar un Ferrari para competir en una carrera, pero con tu propio piloto y tu propio mapa.
Apple no tomó esta decisión a la ligera. Antes de elegir a Google, evaluó otras grandes figuras del momento en inteligencia artificial OpenAI, creadora de ChatGPT, y Anthropic, otra empresa puntera en modelos avanzados. Pero al final, fue Gemini el que mejor encajó en los requisitos técnicos y éticos de la manzana. Quizá porque Google domina el conocimiento del mundo a través de la búsqueda, y eso le da a Gemini una ventaja en comprensión contextual. O quizá porque Apple necesitaba una solución rápida mientras termina de pulir sus propios modelos.
Y aquí está la verdadera trampa del tiempo. Apple no pretende depender de Google para siempre. La intención es clara y ambiciosa usar Gemini como puente temporal mientras se desarrollan modelos propios. El plan es reemplazar la tecnología de Google con inteligencia artificial hecha en casa. Es un paso táctico, no un abrazo eterno. Como cuando un atleta usa muletas para caminar mientras sana, con la mirada puesta en correr de nuevo por sus propios medios.
El nuevo Siri promete funcionalidades que parecen salidas de una película de ciencia ficción. Podrá resumir información adaptándose a tus gustos y necesidades, anticipar lo que necesitas antes de que lo pidas, y ejecutar tareas complejas que requieran varios pasos. Imagina que le digas "Prepárame la cena para cuatro invitados con lo que haya en la nevera y reserva una mesa para después", y que lo haga sin preguntarte cinco veces. La inteligencia artificial dejará de ser un comando aislado para convertirse en un compañero de vida.
Pero no será para todos. El nuevo Siri solo funcionará a partir del iPhone 15 Pro. Es una decisión que refuerza una tendencia creciente la inteligencia artificial como privilegio de gama alta. Los modelos más potentes requieren más memoria, más capacidad de procesamiento y más energía. Así que, por ahora, solo quienes tengan los dispositivos más avanzados podrán acceder a esta versión evolucionada del asistente.
Y aún así, Apple no delegará todo. Seguirá utilizando sus propios modelos de inteligencia artificial para funciones básicas, aquellas que no requieren tanta potencia o que deben funcionar sin conexión. Es una arquitectura híbrida, como un organismo que combina órganos naturales con prótesis inteligentes. Todo bajo control, todo pensado para no perder el norte.
La primavera de 2026 aún queda lejos. Pero cuando llegue, marcará un antes y un después. No solo para Siri, sino para la forma en que interactuamos con las máquinas. Y mientras tanto, entre acuerdos millonarios, decisiones estratégicas y sueños de independencia tecnológica, una pregunta flota en el aire ¿quién realmente controla el futuro de la inteligencia artificial, las empresas que la crean o los usuarios que la usan?