Un bucle de permisos de micrófono bloqueó llamadas en miles de teléfonos Android simultáneamente

El teléfono, ese dispositivo que llevamos pegado al bolsillo y que usamos como extensión de nuestras vidas, dejó de cumplir su función más básica recibir llamadas.

21 de noviembre de 2025 a las 17:05h
un bucle de permisos de microfono bloqueo llamadas en Android
un bucle de permisos de microfono bloqueo llamadas en Android

Imagina que tu móvil suena. Miras la pantalla. Todo está negro. No hay nombre, no hay foto, ni siquiera el botón para responder. Solo silencio y oscuridad. Esto no es el inicio de una película de ciencia ficción. Ha sido la realidad para miles de usuarios de Android en los últimos días.

El teléfono, ese dispositivo que llevamos pegado al bolsillo y que usamos como extensión de nuestras vidas, dejó de cumplir su función más básica recibir llamadas. Y no por un problema de red, ni por un fallo del hardware, ni tampoco por culpa de un virus. El culpable fue algo mucho más sutil y, en cierto modo, más inquietante una aplicación tan esencial como el teléfono se volvió contra sí misma.

Cuando el software se atasca en un bucle sin fin

El problema afectó especialmente a usuarios de dispositivos Xiaomi, aunque no fueron los únicos. Teléfonos de distintas marcas, todos con Android y con la aplicación de teléfono de Google por defecto, comenzaron a fallar al mismo tiempo. La pantalla negra al recibir llamadas se convirtió en un fenómeno global, casi sincronizado. No era casualidad. Era un fallo de software en cadena.

El origen estaba escondido dentro del Dialer de Google, la app que gestiona las llamadas. Al parecer, un error introducido en una actualización reciente generó un bucle agresivo la aplicación no paraba de pedir permisos de micrófono, una y otra vez, incluso cuando el usuario ya los había concedido. Como un robot obstinado que repite la misma pregunta sin escuchar la respuesta, el sistema se atascó.

Este bucle no solo era molesto. Era paralizante. Al insistir en solicitar permisos en el momento clave de una llamada entrante, la interfaz de la app se bloqueaba. La pantalla quedaba en negro. El usuario no podía ver quién llamaba, ni rechazar ni aceptar. El teléfono, en pleno siglo XXI, se comportaba como si estuviera desconectado.

"Este problema ha afectado a miles de usuarios de forma simultánea, convirtiendo la simple acción de recibir una llamada en un verdadero dolor de cabeza generalizado que por fin tiene explicación" - Comunidad técnica de soporte Android, analistas de incidencias

 

La solución llegó desde las nubes

Lo más sorprendente no fue el fallo, sino cómo se resolvió. Google no necesitó lanzar una actualización en la Play Store. Tampoco pidió a los usuarios que reiniciaran sus dispositivos o instalaran parches. Simplemente corrigió el problema desde el aire.

Mediante una actualización en la nube, silenciosa y automática, Google detuvo esas solicitudes erróneas de permisos. Los usuarios no tuvieron que hacer nada. No descargaron nada. Solo vieron cómo, de pronto, las llamadas volvían a mostrarse en pantalla como si nada hubiera pasado.

Este tipo de correcciones remotas son una muestra del poder que tienen hoy las grandes tecnológicas sobre nuestros dispositivos. No necesitan que toquemos un botón. Pueden entrar, arreglar y salir sin que nos demos cuenta. En este caso, para bien. Pero también plantea preguntas ¿cuánto control tenemos realmente sobre lo que pasa dentro de nuestros teléfonos?

"Los usuarios no necesitan descargar parches de la tienda ni reiniciar sus equipos, ya que la corrección se ha desplegado de forma automática y remota para detener esas solicitudes erróneas de permisos que bloqueaban el sistema" - Equipo de ingeniería de Google, departamento de Android

 

Un recordatorio frágil

Este incidente, aparentemente menor, es un espejo de nuestra dependencia tecnológica. Ha quedado demostrado que un fallo en una aplicación tan esencial como el teléfono puede paralizar la experiencia de uso de millones de personas en cuestión de horas si no se ataja a tiempo.

No se trataba de una app de mensajería o de redes sociales. Era el teléfono. La herramienta más básica de comunicación. Y aun así, falló. No por una catástrofe natural, ni por un ciberataque, sino por un descuido en el código. Un simple bucle, como un pensamiento obsesivo, fue capaz de silenciar miles de pantallas al mismo tiempo.

La buena noticia es que el problema ha desaparecido por completo. La comunidad de usuarios lo confirma. No hay rastro del error. Todo parece volver a la normalidad. Pero queda el eco de una pregunta ¿cuántas veces más podrá ocurrir? Y más importante ¿cuánto tiempo pasará hasta que el próximo fallo silencioso nos recuerde lo frágil que es nuestra conexión con el mundo?

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