Cuando compramos un teléfono, rara vez pensamos en el cristal como si fuera una capa viva. Pero lo es. Responde al mundo. Se desgasta con el roce del bolsillo, con la llave que no debería estar ahí, con la caída inevitable sobre el suelo de baldosa. Y aunque todos los smartphones modernos parecen frágiles, algunos resisten mejor el paso del tiempo. Hoy, entre los no rugerizados, dos modelos destacan por encima del resto el iPhone 17 Pro y el Galaxy S25 Ultra. Ambos prometen una protección extrema, pero no todos los cristales son iguales.
El duelo de los gigantes
El iPhone 17 Pro llega con Ceramic Shield 2, una evolución que Apple ha pulido hasta el límite. No es solo un nombre de marketing. Detrás hay ciencia real una estructura de cristales nanocerámicos más densa, integrada en el vidrio, reforzada por un proceso de intercambio iónico dual. Es un avance claro respecto a generaciones anteriores, más resistente, más coherente. Pero mejorar no siempre significa ganar.
Frente a él, el Galaxy S25 Ultra apuesta por Gorilla Glass Armor 2, un material que Corning, el fabricante estadounidense, describe como un hito. Y no es exageración. Por primera vez en la familia Gorilla, se combina una resistencia extrema a los arañazos con propiedades antirreflejos integradas directamente en el material. No es una capa pintada. Es parte del cristal. Estamos ante un vitrocerámico con identidad propia.
Hasta cuatro veces más resistente a los arañazos que alternativas de la competencia con tratamiento antirreflectante
Lo que dicen las pruebas
En el laboratorio, los datos son contundentes. Gorilla Glass Armor 2 soporta caídas de hasta 2,2 metros sobre superficies duras, similares al hormigón. Otros materiales, incluso con tecnología avanzada, empiezan a fallar desde apenas un metro. Pero los laboratorios no mienten, aunque a veces no cuentan toda la historia. La vida real es más caótica.
En pruebas comparativas de uso cotidiano simulado arañazos con llaves, monedas, caídas repetidas sobre suelos ásperos el comportamiento del S25 Ultra es revelador. El iPhone 17 Pro, aunque aguanta bien el primer impacto, empieza a mostrar microarañazos antes. Con el tiempo, acumula más marcas. Tras varias caídas, el vidrio no solo se raya el borde del panel puede deformarse. El cristal no cede de golpe, pero se cansa antes.
El S25 Ultra, en cambio, mantiene su integridad visual por más tiempo. Las primeras marcas aparecen más tarde. El vidrio no se hunde ni se astilla con la misma facilidad. Su comportamiento en condiciones extremas coincide con lo prometido por Corning. Si la pregunta es cuál aguanta mejor el paso del tiempo sin llenarse de marcas, la respuesta hoy apunta al Galaxy S25 Ultra.
El precio de la perfección
No se trata solo de resistencia. También de diseño, de equilibrio entre durabilidad y estética. Apple ha invertido años en Ceramic Shield, y Ceramic Shield 2 es sin duda más robusto que sus predecesores. Pero el salto no es suficiente para superar a un competidor que ha reinventado el material desde sus cimientos.
Gorilla Glass Armor 2 no solo protege mejor. Reduce los reflejos, mejora la lectura bajo el sol, y lo hace sin sacrificar la dureza. Es un paso adelante en materiales, no solo en marketing. Y eso, al final, lo nota el usuario. En la calle. En el bolsillo. En la caída que todos tememos pero que tarde o temprano llega.
Quizá el futuro de los smartphones no esté en hacerlos más finos, más rápidos o con más cámaras. Tal vez esté en hacerlos más humanos. Más resistentes al desgaste del uso cotidiano. En dejar de tratarlos como objetos frágiles y empezar a verlos como herramientas de vida. Y en ese camino, el Galaxy S25 Ultra, con su capa de vidrio inteligente, parece llevar la delantera.