127 archivos ZIP: así rescáté 504 GB de recuerdos de Google Fotos

Google Fotos prometió el paraíso almacenamiento ilimitado en calidad estándar. Fue un imán para millones. Pero ese paraíso tenía fecha de caducidad.

11 de diciembre de 2025 a las 17:05h
504 gb de recuerdos descargados de google fotos
504 gb de recuerdos descargados de google fotos

Cuando tienes más de 60.000 imágenes almacenadas en Google Fotos, el cielo digital empieza a estrecharse. No es solo una cuestión de espacio, sino de control. De pertenencia. De saber que tus recuerdos no dependen de una política de servicios, de un cambio de precios o de una actualización que borre por error lo que consideras irreemplazable.

Yo mismo he vivido ese momento de inflexión. Llega sin avisar. Un día miras la cuenta de almacenamiento y descubres que ya no te alcanza con el plan gratuito. Al siguiente, estás comparando precios de suscripciones como si negociaras el alquiler de un piso que en realidad es tu memoria colectiva.

El precio de la comodidad

Google Fotos prometió el paraíso almacenamiento ilimitado en calidad estándar. Fue un imán para millones. Pero ese paraíso tenía fecha de caducidad. A partir de junio de 2021, todo lo que subieras contaba. Y si, como yo, usas varios dispositivos, tomas fotos en alta resolución y no borras nada, el límite de 15 GB se desvanece como el humo.

Pagar por espacio no es absurdo. Vivimos en la era del dato. Los servidores no son gratuitos. Pero cuando el coste mensual supera al de un disco duro físico, empiezas a cuestionarte si estás comprando un servicio o una ilusión de seguridad.

"El almacenamiento en la nube no es gratis, aunque lo parezca" - Anil Dash, desarrollador y crítico tecnológico

Un disco duro de 1 TB ronda el mismo precio que tres meses de una suscripción premium. Y mientras el primero es tuyo para siempre, el segundo se desvanece si dejas de pagar. No hay competencia real en ese terreno. Solo elegir cuánto tiempo alquilas tu propia historia.

La salida de emergencia tomar el control

Decidí dejar de depender. No por rechazo a la nube, sino por sentido común. Quería mis fotos en casa. Bajo mi techo, no en un centro de datos en Oregón. Y aunque uso servicios como Gemini, entendí que mi privacidad y mi patrimonio digital no deberían depender de un solo proveedor.

Así que empecé el proceso de rescate. Accedí a Google Takeout, la herramienta que Google ofrece para que te lleves tus datos. No es intuitiva, pero funciona. Marqué solo Google Fotos, elegí el formato ZIP, limité los archivos a 4 GB cada uno y pedí que me enviaran los enlaces por correo.

Google tardó unas horas. Luego, la descarga 127 archivos ZIP. 504 GB de recuerdos. Fotos de viajes, de amigos, de momentos que ni recordaba. Todo en paquetes comprimidos, esperando a ser liberados.

Conecté mi disco duro de 1 TB el que ya usaba para las fotos de mi réflex y comencé a descomprimir. Uno a uno. Carpeta por carpeta. No fue rápido. Fue un ritual. Como si estuviera trasladando un archivo judicial, pero con más emoción.

Una copia en casa, cada semana

Descargar el pasado fue solo el inicio. Lo importante era mantenerlo vivo. Por eso instauré una rutina semanal cada sábado, copio las fotos y vídeos nuevos de mis móviles al disco duro.

Lo hago manualmente. Conecto el teléfono, abro un administrador de archivos ni siquiera uso la app oficial de Google y arrastro las carpetas. No es automático, pero eso mismo lo hace más consciente. No es un trámite. Es una decisión.

Organizo las carpetas por semana, dentro de cada mes, dentro de cada año. Es un sistema sencillo, pero eficaz. Si necesito una foto de hace dos veranos, sé exactamente dónde buscar. No dependo de un algoritmo que diga "quizás esto te interese".

Y aunque a veces haya poco que copiar, otras veces son decenas de archivos. Lo importante no es la cantidad, sino la constancia. Como regar una planta. Si lo haces todos los sábados, crece. Si no, se seca.

¿Estamos preparados para ser nuestros propios archiveros?

Este sistema no es para todos. Requiere disciplina. Un poco de conocimiento técnico. Y sobre todo, la convicción de que tus datos son tuyos, no una mercancía en alquiler.

Podría seguir pagando. Podría subir todo a otro servicio en la nube. Pero eso no resolvería el fondo del asunto la pérdida de autonomía. Vivimos en una era donde delegamos nuestra memoria en empresas. Y eso tiene un costo que va más allá del dinero.

Al final, este no es un artículo sobre almacenamiento. Es sobre soberanía personal. Sobre la necesidad de tener un lugar donde lo que es tuyo, lo sea de verdad. Aunque ese lugar sea un disco duro apagado sobre una estantería.

Mientras tanto, cada sábado, mientras conecto el cable, pienso lo mismo esto es mío.

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