En los sótanos de la revolución de la inteligencia artificial no hay superordenadores zumbando solos. Hay algo más profundo, más silencioso, pero igual de potente deuda. Mucha deuda. Billones de dólares se están moviendo en un mercado financiero que parece haber decidido que, si vas a construir para la IA, aquí tienes el dinero. Y no solo eso aquí tienes el dinero barato, a largo plazo, respaldado por activos que aún no existen del todo.
La fiebre de los centros de datos
Para finales 2025, se estima que la emisión de deuda asegurada vinculada a centros de datos en Estados Unidos alcanzará los 25.400 millones de dólares. Es más del doble que en 2024. Un crecimiento del 112%. Este no es un dato aislado. Es parte de una ola que ya ha acumulado casi 49.000 millones de dólares en valores respaldados por activos y por hipotecas comerciales ligados a infraestructuras digitales. Inversores, bancos, gigantes tecnológicos todos están apostando a que el futuro se ejecuta en racks de servidores refrigerados.
Microsoft, Google, Oracle y Meta han emitido en lo que va de año un total de 100.000 millones de dólares en deuda. No para lanzar nuevos productos, ni para comprar empresas. Lo han hecho para comprar GPUs, esos chips que hoy son más codiciados que el oro, y para levantar centros de datos a una escala industrial. Estamos hablando de fábricas de inteligencia artificial, no de servidores. Fábricas que consumen energía como si no hubiera mañana.
El nuevo petróleo los electrones
Y aquí surge la primera paradoja. La tecnología avanza a ritmo exponencial, pero la energía no crece con la misma velocidad. Satya Nadella, el CEO de Microsoft, lo dijo con una frase que suena a advertencia
"no hay energía para tanto chip" - Satya Nadella, CEO de Microsoft
Y no exagera. Un estudio de Deloitte revela que hay una cola de espera de siete años para conectar algunos centros de datos a la red eléctrica. Eso significa que puedes tener el dinero, los chips, los planes arquitectónicos, pero si no hay enchufe, no hay préstamo. El mercado financiero lo tiene claro si no hay suministro garantizado, no hay financiación. La energía se ha vuelto el principal cuello de botella de la era digital.
OpenAI lo llamó el "electron gap", la brecha de electrones. Y no dudó en afirmar que los electrones son el nuevo petróleo. Una metáfora contundente, pero también inquietante. Porque si el petróleo del siglo XX alimentó automóviles y aviones, el petróleo del siglo XXI alimenta algoritmos, chatbots y modelos de lenguaje que prometen cambiar el mundo.
Acuerdos de gigantes sobre megavatios
Las grandes tecnológicas ya no negocian solo con proveedores de chips. Ahora negocian con compañías eléctricas. Google firmó un acuerdo con TotalEnergies para recibir 1.500 teravatios hora de electricidad en los próximos 15 años. Meta cerró un trato con Treaty Oak Clean Energy para obtener 385 megavatios de energía solar en Louisiana. Son contratos a largo plazo, vinculados a fuentes renovables, pero también vinculados a una demanda que aún no sabemos si se materializará.
La pregunta que nadie puede responder es simple ¿la demanda de inteligencia artificial podrá pagar esta factura en 5 o 10 años? Porque detrás de cada mensaje que escribe un chatbot, de cada imagen generada por IA, hay un coste energético y financiero que se está acumulando ahora. Y si el retorno no llega, el sistema podría tambalearse.
Deuda, euforia y riesgo
Oracle es un caso extremo. Ha firmado un acuerdo de 300.000 millones de dólares con OpenAI, el mayor contrato de este tipo en la historia de la tecnología. Como resultado, se ha convertido en el mayor emisor de deuda corporativa fuera del sector financiero. Su deuda total ahora ronda los 111.600 millones de dólares, y su liquidez ha bajado 10.000 millones. Citigroup estima que necesitará pedir prestados entre 20.000 y 30.000 millones de dólares cada año durante los próximos tres años solo para seguir construyendo.
Y no está sola. CoreWeave, una empresa especializada en infraestructura de IA, ha conseguido líneas de crédito por 2.500 millones de dólares respaldadas por bancos como JPMorgan. El mensaje del mercado es claro si tienes un plan para IA, el dinero está disponible. Pero también hay voces que advierten. Analistas comparan los niveles actuales de financiación con la burbuja punto com. Los inversores están aceptando rentabilidades mínimas, apenas un 1% por encima de la deuda pública de EE.UU. Una señal de euforia. Algunos dicen que incluso de "exhuberancia irracional".
El reloj de la obsolescencia
Un informe de Moody's señala una contradicción que parece casi cómica si no fuera tan grave los edificios de centros de datos se financian a plazos de 20 o 30 años. Pero la tecnología que alojan dentro esos GPUs que cuestan millones se vuelve obsoleta cada tres o cuatro años. ¿Qué pasará con esos edificios cuando los chips que fueron diseñados para albergar ya no sirvan para nada? ¿Se convertirán en catedrales vacías de la IA?
NVIDIA, Microsoft y Anthropic acaban de firmar un nuevo acuerdo milmillonario. Las alianzas se multiplican, las inversiones se disparan, pero la pregunta sigue flotando en el aire. La revolución está en marcha. Pero también lo están los riesgos. Y mientras tanto, los electrones siguen siendo escasos, los chips se agotan, y los bancos siguen abriendo las cajas.