El surgimiento de la IA generativa cambió el curso de este caso, según el juez Mehta

Mehta, al frente del juicio, rechazó las peticiones más drásticas, como escindir Chrome o imponer supervisión judicial sobre Android, dos pilares fundamentales del ecosistema de Google.

09 de septiembre de 2025 a las 07:40h
60 %del mercado de busqueda controlado por Google
60 %del mercado de busqueda controlado por Google

Un año después de que el juez Amit Mehta dictaminara que Google es un monopolista en el mercado de la búsqueda en línea, el mundo digital ha cambiado más rápido de lo que cualquiera podría haber previsto. Lo que en 2020 parecía un pulso entre el poder del Estado y una gigante tecnológica por controlar cómo encontramos información en internet, hoy se entrelaza con una revolución silenciosa pero profunda impulsada por la inteligencia artificial generativa. El caso antimonopolio contra Google, presentado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, no solo ha desnudado las prácticas comerciales de una empresa que domina el acceso a la web, sino que también ha expuesto los límites de la justicia para anticipar el futuro de un mercado en constante transformación.

La IA influye en el juicio contra Google

Mehta, al frente del juicio, rechazó las peticiones más drásticas, como escindir Chrome o imponer supervisión judicial sobre Android, dos pilares fundamentales del ecosistema de Google. Pese a las pruebas presentadas por los abogados del gobierno, el juez optó por no desmantelar partes clave del imperio digital de la compañía. Chrome y Android permanecen intactos, al menos por ahora. Esta decisión no fue tomada a la ligera. El juez reconoció que factores externos, especialmente el auge imparable de la inteligencia artificial generativa, estaban redibujando el tablero competitivo. El surgimiento de la IA generativa cambió el curso de este caso, escribió, aludiendo al flujo masivo de inversión y talento que se está desplazando hacia nuevas formas de interacción con el conocimiento.

Para muchos expertos, esta realidad tecnológica emergente representa una amenaza más real para el dominio de Google que cualquier competidor tradicional en el campo de la búsqueda. John Kwoka, profesor de economía en Northeastern University, destacó que Chrome y Android habían sido históricamente los mecanismos que permitieron a Google ganar cuota de mercado, impedir la aparición de nuevos rivales y monetizar su monopolio en búsquedas. Pero ahora, con modelos de lenguaje capaces de generar respuestas sin necesidad de navegar por enlaces, el modelo clásico de búsqueda podría volverse obsoleto. El juez, consciente de este cambio, se enfrentó a un dilema ¿juzgar lo que fue o intentar prever lo que será?

Jennifer Huddleston, investigadora del Cato Institute, señaló con claridad el problema el juez tuvo que predecir el futuro de un mercado en rápida transformación en lugar de limitarse a analizar hechos históricos. Y esta, según ella, no es precisamente la fortaleza de la judicatura. Este comentario revela una tensión creciente en la regulación tecnológica. Las herramientas del pasado, diseñadas para enfrentar monopolios industriales o incluso digitales de la era web 2.0, pueden no ser suficientes ante un fenómeno tan volátil como la inteligencia artificial, donde la innovación no sigue ritmos lineales sino exponenciales.

Las medidas finales impuestas por Mehta buscan equilibrar la competencia sin fracturar la empresa.

Google deberá compartir ciertos datos con competidores calificados, incluyendo segmentos de su índice de búsqueda, ese gigantesco inventario de páginas web que alimenta su motor. Esto permitirá a otras compañías ofrecer resultados similares a los de Google, aunque bajo su propia marca, con el objetivo de fomentar la innovación. Además, los acuerdos de distribución con empresas como Apple o Samsung no desaparecen, pero ya no podrán ser exclusivos. Los socios tendrán libertad para colaborar con otros motores de búsqueda, lo que podría abrir puertas a alternativas que hasta ahora no han logrado escalar.

No obstante, como advierte Rebecca Hay Allensworth, experta en derecho de competencia de Vanderbilt Law School, estas medidas, aunque potencialmente significativas, no transforman el fallo en una victoria contundente para la competencia. Las soluciones ordenadas podrían ser importantes, pero no representan una ruptura estructural. Allensworth recuerda que el juez operaba bajo una sombra larga el caso Microsoft de principios del siglo XXI, en el que un tribunal intentó dividir la empresa, pero fue anulado en apelación. Ese precedente creó una cautela duradera. No era de extrañar que fuera una batalla cuesta arriba para este juez intentar lo que su colega intentó hace más de dos décadas.

El camino no termina aquí, para nada.

Este mes comienza una nueva fase, enfocada en los remedios de otro caso antimonopolio contra Google, esta vez relacionado con su dominio en tecnología publicitaria. Será una nueva oportunidad para explorar medidas más estructurales, quizás incluso una división. Mientras tanto, la sombra de la IA generativa crece. Empresas que apenas existían hace cinco años ahora capturan atención, inversión y talento a un ritmo vertiginoso. Google sigue siendo un gigante, pero el suelo bajo sus pies ya no es tan firme.

Detrás de los índices de búsqueda, los acuerdos comerciales y las sentencias judiciales, late una pregunta más profunda sobre el control del conocimiento en la era digital. ¿Quién decide qué vemos, cómo lo vemos y por qué lo vemos? Google ha sido durante años la puerta principal al saber global. Ahora, esa puerta empieza a tener competencia no solo de otras empresas, sino de inteligencias artificiales que no buscan, sino que responden. El monopolio de la búsqueda puede estar empezando a desvanecerse no por la fuerza de la ley, sino por la fuerza de la innovación. Y eso, paradójicamente, podría ser el mayor remedio de todos.

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